Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

2/6/22

El Descamisado. Periodismo sin aliento

Hace unas semanas participé de unos encuentros filosóficos en la Maison de l'Amérique Latine, en París, organizados en torno a la traducción al francés de El descamisado. Periodismo sin aliento, un testimonio de Ricardo Grassi sobre el periódico El descamisado que supo aparecer entre 1973 y 1974 y ser el órgano de prensa oficioso de Montoneros. Como el libro (a través de la traducción de Odile Begué Girondo) me pareció interesante, me ocupé de escribir un pequeño texto y de plantear algunas preguntas que se desprenden en su totalidad de la lectura del testimonio (porque no me ha sido dada la oportunidad de leer ejemplares de El descamisado).
La falta de tiempo quiso que la mayoría de las preguntas no fueran respondidas, así que las dejo libradas al azar de quien por alguna razón llegue a este post, junto con el comentario que escribí.



Descamisados. Periodismo sin aliento se abre con la escena de un encuentro en Kaboul, en 2010, entre un ex antropólogo devenido agente de la CIA y Ricardo Grassi, autor del libro y antiguo director de la revista El Descamisado, que sobrevivió brevemente a su cierre a través de El peronista y La Causa peronista. La escena y las identificaciones ante el otro evocan el recuerdo de la revista y su época y la sitúan, desde la comprensión actual de ese momento histórico, en el contexto global de la Guerra Fría en el que los periodistas que la hicieron participaron, desde el periodismo, en el combate que enfrentaba la perpetuación del sistema capitalista, por un lado, y la revolución socialista, por el otro. Antes de entrar en el relato de la memoria, la escena nos presenta, así, la mirada del otro, el especialista estadounidense en contraterrorismo, en un lugar otro, Afganistán, y atraviesa la diferencia con el trazado de un paralelismo posible entre el enemigo de entonces, la amenaza comunista contra la que se libró, mediante la guerra sucia, una “primera guerra contra el terrorismo » (según la caracterización de la época realizada por John Dinges, a quien cita Ricardo Grassi), y el enemigo actual que recibe el vago nombre de “terrorismo musulmán”.

La escena final de escritura del libro que cuenta su propia génesis se cierra también en Afganistán, y explora precisamente las confluencias, paralelismos y divergencias entre las políticas gubernamentales postdictatoriales en Argentina y el “punto final” afgano dictado por la política estadounidense, entre el dolor de los familiares de detenidos y desaparecidos en el Cono Sur y el de los familiares del montañoso país asiático, entre la práctica periodística del autor y sus colegas entre los años 1973 y 1974, y la primera agencia de prensa independiente de Afganistán, Pajhwok Afghan News, de la que Ricardo Grassi supervisó el desarrollo.

Entre estos dos momentos de referencia a un pasado más cercano se despliega el acto de memoria, pero también de relectura y creación, que sirve de contrapunto a la práctica y reflexión sobre y en el presente. En este sentido, Descamisados. Periodismo sin aliento presenta, por un lado, la reconstrucción de la historia y las elecciones periodísticas, estéticas y políticas de El descamisado y las revistas sucedáneas, que desarrollaron un periodismo militante desde la llegada de Cámpora al poder hasta la publicación de la entrevista a Montoneros referida a la muerte de Aramburu y el paso a clandestinidad de la organización política y armada de la que sirvieron como órgano de prensa oficioso. De manera más general, en la medida en que para dar inteligibilidad a esta reconstrucción aborda la tensa relación entre la Juventud peronista y Montoneros, por un lado, y el tercer gobierno de Juan Domingo Perón, por el otro, y busca restituir el sentido, los anhelos y las contradicciones de la juventud peronista que perseguía la construcción de un socialismo nacional, el libro se nos presenta, en palabras del autor, como “la pintura de la vitalidad de una época y de mi generación”. Este doble trabajo de testimonio, realizado cuarenta años después de los hechos a los que hace referencia, le permite al Ricardo Grassi posicionarse con respecto a algunos de los libros que han sido publicados sobre el tema y corregir algunas interpretaciones (como en el caso de Perón o Muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista de Silvia Sigal y Eliseo Verón).

Pero también, en la medida en que el acto de memoria se realiza desde un presente de activismo y acción político-periodística, y en que Descamisados. Periodismo sin aliento no es sólo un acto de memoria, sino también el producto de una labor de relectura, de crítica, y de una actividad meditada de escritura que recurre a estrategias literarias para introducir el recuerdo, los “personajes” del recuerdo y su importancia, Ricardo Grassi, lejos de elaborar solamente un libro sobre el pasado —por más presente que este pasado siga estando—, propone las mencionadas “confluencias, paralelismos y divergencias” para promover una consideración otra del presente.

En este sentido, me parece pertinente evocar una lectura que realiza Beatriz Sarlo en Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. En este libro de 2005, concebido ante el incremento bibliográfico de escritos en primera persona sobre las décadas de los sesenta y setenta en Argentina, la autora propone una discusión sobre lo que denomina como “giro subjetivo” y define como “la actual tendencia académica y del mercado de bienes simbólicos que se propone reconstruir la textura de la vida y la verdad albergadas en las rememoración de la experiencia, la revaloración de la primera persona como punto de vista, la reivindicación de una dimensión subjetiva, que hoy se expande sobre los estudios del pasado y los estudios culturales del presente”. Sarlo se pregunta sobre el valor del testimonio, que anularía la distancia, para el relato de la Historia, y problematiza específicamente la confianza en la capacidad de la primera persona del testimonio y la experiencia personal para narrar una época, y la idea de que sería posible entender el pasado desde su lógica y de que habría una transparencia de la experiencia. En cierta forma, el libro de Sarlo inquiere sobre la forma de abordaje del pasado que se busca construir, y sobre los criterios metodológicos que se aplican a esta construcción.

Creo que, aunque no responda a una intención del autor, podríamos leer en el libro de Grassi un posible escape de esta forma de ceguera respecto de la primera persona que discute Sarlo, no tanto por la imposición de una distancia respecto de la experiencia —que existe, sin embargo, en la crítica del pasado y que el libro tematiza—, sino porque, en consonancia con el proyecto mismo de las publicaciones de los años 1973-1974, lejos está el libro de ser un testimonio que se pretenda neutral o se defienda en un subjetivismo voluntarista. Al contrario, el testimonio-relectura-trabajo de escritura de Grassi nos presenta una memoria explícitamente militante (y, dicho esto, podríamos preguntarnos: ¿puede la memoria no ser militante?). Memoria militante en doble sentido: porque lo es de un pasado y de una práctica periodística popular y militante, consistente en la elección de un lenguaje coloquial y combativo, de una forma estética que el autor califica de novedosa (una particular relación entre imagen y texto) y en la cesión de la palabra a los silenciados, y porque busca actuar sobre la reflexión del presente. Pero también, en tanto es asimismo testimonio de una relectura, y es producto de una actividad meditada de escritura, el testimonio-relectura-trabajo de escritura de Grassi presenta una reflexión sobre el trabajo de escribir una memoria, sus límites y aquello que pone en juego.

Recorrer y narrar en el presente la crónica vital y exacerbada que construyó el Desca hace que esta sea también una obra de ficción. El desafío consiste en no traicionar la ficción con los conocimientos adquiridos posteriormente. He de confesar de antemano que es muy probable que haya fracasado en este intento.[1]

 

Las preguntas

1) En el libro usted propone en varias ocasiones una reflexión sobre el valor periodístico de El descamisado, el que, dice, creó un nuevo estilo en el periodismo argentino que abandonaba una neutralidad engañosa; se refiere al “discernimiento periodístico” (por ejemplo, cuando narra su segunda entrevista a Perón y critica el no haber hecho las preguntas correctas); y dice de La causa peronista que era “un manual de instrucciones semanal en un formato periodístico atrayente”.

A) ¿A qué denomina periodismo o criterio periodístico exactamente?

B) Usted dice que “los enemigos se apuraron a plagiar el estilo de El descamisado”. ¿A qué se refiere?

    Grassi no respondió a esta pregunta, pero unos colegas me permitieron aprender que la revista Punto de vista podría haberse inspirado de la estética de El descamisado (y que El ojo mocho, que se opone editorialmente a la revista de Sarlo, Altamirano, Piglia y Semán publicada entre 1978 y 2008, hizo de su título una pugilística referencia de esta confrontación de pareceres), todas estas cosas que no me voy a preocupar de verificar.

C) Recientemente, en ocasión del conflicto entre Clarin y el gobierno de Cristina Kirchner, se habló de “periodismo de guerra”. ¿Calificaría usted de “periodismo” a este tipo de labor?

D) Usted trabajó en la organización de Pajhwok Afghan News, y en su libro propone una vinculación entre esta labor y su trabajo en los años 1973-1974. ¿Podría extenderse en esta comparación? ¿El periodismo de Pajhwok Afghan News es similar al de El descamisado

    Ricardo Grassi contestó a esta pregunta con un rotundo "no". 

2) Podría extenderse en cómo entiende la relación entre periodismo, ficción, y testimonio? 

    Ricardo Grassi propuso que él plantea en su libro una relación entre periodismo, memoria y testimonio, pero no aceptó que se mencionara la idea de que podría haber una relación entre periodismo y ficción.

3) ¿Qué buscaba decir al proponerse como objetivo de escritura “no traicionar la ficción”?

    En este caso, la pregunta provenía del hecho que la traducción en francés —en la cita que evoco— me condujo a considerar que el autor hacía una relación entre memoria y ficción —en tanto la memoria puede funcionar como relato. Yo entendí que el autor planteaba que su libro, su testimonio, le debía también algo a la ficción o, mejor dicho, a la literatura, si no en lo que hacía referencia, al menos en un aspecto formal. Ricardo Grassi señaló que con su libro había buscado reconstruir su experiencia pasada sin “traicionarla” con sus conocimientos actuales. Es decir que, por volver a Sarlo, hay en su labor cierta confianza en la capacidad de la primera persona de reconstituir la experiencia pasada. Pero en su libro, por lo que dice la cita, se ve también ese saber que esta reconstrucción prística constituye una labor imposible. En suma, la lectura de El descamisado. Periodismo sin aliento me parece valiosa para quien se interese en la época o quien estudie la memoria, no tanto por lo que refiere (que es, de todos modos, interesantísimo), sino por los problemas que plantea o puede plantear.


[1] No tengo la versión en español del libro, sino la traducción francesa, así que me tomé la libertad de inventar una posible versión en español. Al eventual lector queda la tarea de verificar la exactitud de la retraducción en GRASSI Ricardo, El descamisado. Periodismo sin aliento, Buenos Aires, Sudamericana, 2015.