Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

28/8/08

Memorias del Subsuelo 16/10/06

Pequeño y pretencioso comentario de Memorias del Subsuelo


Soy un enfermo... un hombre malo. No hay nada de atractivo en mí. Puede que mi hígado ande mal. Pero en verdad no sé absolutamente nada acerca de mi dolencia, y ni siquiera estoy muy cierto de cuál es. No estoy bajo tratamiento médico ni lo estuve nunca, aunque sienta gran respeto por la medicina y los médicos. Por lo demás, soy mórbidamente supersticioso, lo suficiente como para respetar la medicina. Dada mi educación, no debería ser supersticioso, pero lo soy. No, yo creo que rechazo la asistencia médica nada más que por espíritu de contradicción. No espero que me entiendan esto, pero así es. Por supuesto, no puedo explicarme a quién trato de engañar de esta manera. Tengo total conciencia de que no me es posible perjudicar a los médicos impidiendo que me curen. Sé muy bien quién es el perjudicado, yo y nadie más. Pero de cualquier forma, sólo por malicia me niego a aceptar su ayuda. ¿Es el hígado que me duele? ¡Magnífico, que siga doliendo!

Memorias del subsuelo es una obra que Fiódor Mijáilovich Dostoyevski realizó en 1864, momento en que padecía trastornos emocionales que se debían principalmente a los fallecimientos de su esposa y de su hermano Mijaíl, y se relacionaban con los problemas económicos que tenía, producto de su adicción al juego.
Esta obra del autor ruso (cuyo nombre también es traducido como Notas desde el subsuelo) es una novela corta que está organizada en dos partes.
La primera parte, que es llamada "La Ratonera" y consiste en un monólogo interior, está organizada en once capítulos cortos donde el protagonista se presenta como un miserable funcionario fracasado, un antihéroe que se dirige a un público fantasma para referir sus pensamientos sobre la ley natural, el racionalismo y el libre albedrío, afirmando la irracionalidad humana.
La segunda parte, que el narrador declara vinculado con la "caída de nieve húmeda" y da sentido a muchos de los pensamientos expuestos en "La Ratonera", consiste en un relato en primera persona sobre algo ocurrido en la juventud del protagonista. El hombre del subsuelo relata la despedida de Zverkov, uno de sus antiguos compañeros de escuela, así como la humillación que sufre, su conducta a veces contradictoria e inapropiada, y la manera en que se mortifica y envilece a sí mismo. También cuenta la manera en que conoce a Liza, la prostituta a la que deshonra en el final de la obra. Los motivos del comportamiento del protagonista en la narración de la segunda parte son inciertos, pero detrás de la obcecación con la conducta llevada, puede vislumbrarse en el hombre del subsuelo mucho disgusto, culpa y envidia, que posiblemente se traslucen en un mecanismo de defensa expresado por la realización de una nueva conducta vergonzosa. Liza será quien le ofrezca la posibilidad de obtener el oculto deseo de redención que atormenta al protagonista, mas este cree (y su creencia toma la forma de una desgarradora convicción) que no merece la redención deseada, y siente pánico hacia la oportunidad. De modo que humilla a la muchacha, y esa última humillación hacia ella incrementa la culpa, reiniciando el círculo vicioso de sus obsesiones.

Memorias del subsuelo es simplemente una obra de arte. Es una descripción impecable de la psicología de un personaje aislado y resentido con el mundo y consigo mismo, una crítica al racionalismo y una vehemente defensa de la voluntad humana. Con un estilo arrollador, algo turbulento y confuso, Dostoievski nos introduce de lleno en la agitada mente del narrador anónimo que en su soledad discute con un auditorio fantasma y consigo mismo.
Considerada por muchos como una obra menor, esta novela corta es sin embargo una clave importante para la comprensión de muchas obras posteriores de este autor, y una atrapante lectura que no puede dejar de ser recomendada.

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Es interesante analizar los motivos de la conducta del hombre del subsuelo. Acabo de leer un blog en el que se decía que el personaje no puede ser simplemente clasificado como resentido, marginal o antihéroe, y que él era feliz de no encontrar un lugar en la sociedad. Es posible que en mi ignorancia me equivoque, y esté simplificando demasiado la naturaleza de un ser tan profundo como es el de Memorias del Subsuelo. Sin embargo, creo no errar al pensar que, en el fondo, él no era feliz con su situación, aún cuando no deseara cambiarla por nada del mundo. Quizás estaba demasiado sumergido en el turbulento remolino de su realidad cotidiana, y para evitar volverse loco había aprendido a disfrutar de su situación, como podía disfrutar de un dolor de muelas. Es altamente probable que a esa altura de su vida, aún creyéndose una rata, prefiriera mil veces ser rata a ser alguien como Zverkov. Puede ser que encontrara un perverso placer en ser como era, en ser como había decidido ser. Y con ello no estoy censurándolo ni tratándolo de loco, al fin y al cabo, ¿por qué habría de intentar amoldarse a una sociedad que no lo representaba y rechazaba a personas como él? Es como si por no poder pertenecer, hubiera decidido no querer pertenecer. En Los hermanos Karamazov, Fiodor Pavlovitch dice algo que quizás vale la pena traer a colación, aún cuando no describa acertadamente la personalidad del hombre en su ratonera:

[...] Efectivamente, cuando me dirijo a alguien, me parece que soy el más vil de los hombres y que todo el mundo ve en mí un payaso. Entonces me digo: «Haré el payaso. ¿Qué me importa la opinión de la gente, si desde el primero hasta el último son más viles que yo?» [...]



En definitiva, coincido con el autor de ese blog en que no es posible describir a este personaje tan controversial con una sola palabra. A veces se cae en la tentación de simplificar las cosas, lo que es fácil pero altamente inexacto, y en cierta forma peligroso. El hombre del subsuelo es simplemente eso que él se propuso ser, junto con sus circunstancias. No puede decirse que sea feliz con lo que hace, pues de lo contrario no necesitaría justificarse a sí mismo ante un público inexistente; tampoco puede afirmarse que es absolutamente desdichado. Es tan solo alguien auto conciente que se rebela ante su situación; algo que todavía hoy, sigue estando presente y teniendo tanta vigencia como en el momento que fue escrito.



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Esta observación es mi respuesta ante una serie de comentarios que comenzaron en esta entrada de blog, para continuar aquí y aquí.




En respuesta a Demián, que escribió que uno no decide cómo ser, debo decir que ciertamente, el hombre se ve muy condicionado por la situación social y económica, entre otras. Pero no creo que podamos decir que no tiene alternativa. Si yo elijo quedarme solo, casarme o dedicar mi vida a mis mascotas, es mi decisión, más allá de cómo las circunstancias me hayan impulsado a ello. Dostoyevski escribió respecto de la situación del hombre del subsuelo en su libro de notas para El adolescente:

Yo solo he evocado la condición trágica del hombre subterráneo, lo trágico de su sufrimiento, de su castigo voluntario, de sus aspiraciones al ideal y de su incapacidad para alcanzarlo; yo sólo he evocado la mirada lúcida que esos miserables hunden en la fatalidad de su condición, una fatalidad tal, que sería inútil reaccionar contra ella.


Creo que poco puede hacer el sujeto ante su fatalidad (al menos el de Memorias del Subsuelo), pero en todo caso, él decide cómo vivirla. Y en esa cita tuya, precisamente se nota una última defensa a la libre voluntad. El hombre denuncia la hipocresía de un mundo en donde el hombre ha dejado de ser hombre y se ha “estandarizado”. Al final dice “Nos pesa, incluso, sentirnos seres humanos; hombres auténticos, con un cuerpo y una sangre propios […] y ansiamos convertirnos en algo hipotético llamado hombre corriente” (Hay traducciones que dicen “soñamos con llegar a convertirnos en una especie de seres abstractos, universales”)

Pero para entenderla completamente pienso que es mejor conocer lo que hay antes de tu cita:
[…]Por supuesto no es muy interesante hacer un largo relato de cómo envenené mi vida por desintegración moral en mi húmedo agujero, por mi falta de unión con otros seres, por rencor y vanidad. […]Es inevitable que estas memorias produzcan una impresión de repugnancia porque todos nosotros hemos perdido contacto con la vida, y todos, en cierto sentido, estamos tullidos. Hemos perdido contacto hasta tal punto, que sentimos disgusto por la vida tal como se la vive en realidad, y no podemos soportar que nos lo recuerden. Hemos llegado a un punto en que consideramos a la vida real como un trabajo – casi como un trabajo penoso -, y convenimos en secreto que es del todo mejor la manera en que se la representa en la literatura. ¿Y a qué viene todo ese alboroto? ¿Por qué levantar tanto la nariz? ¿Qué exigimos?
No lo sabemos. Si nuestros caprichosos deseos fueran concedidos, nosotros seríamos quienes más sufriríamos. Bueno, pruébenlo ustedes; pidan más independencia. Tomen a cualquiera, desátenle las manos, ensanchen su campo de actividades, aflojen la disciplina, y… bueno, créanme, en seguida querrán que le vuelvan a imponer la misma disciplina.
Luego de eso, el hombre del subsuelo dice que probablemente él haya estado más vivo que muchos otros, sólo por haberse animado a llegar al límite, y no haberse perdido en la cobardía de actuar razonablemente. En definitiva, por haber hecho su voluntad.

Con respecto a la justificación, estoy casi convencida de que en el fondo se está excusando (de una manera retorcida, al menos). Que no haya escrito su nombre no implica lo contrario; ante todo hay que recordar que él se dirige a un público ausente, que en realidad es él mismo. Es él quien defiende su postura y luego se acusa de vanidoso o de contradictorio, tan solo para volver a demostrar su punto.


Saludos