Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

28/1/08

“El extranjero” de Albert Camus

1. Introducción
El motivo de la presente comunicación consiste en pensar las implicaciones filosóficas de la obra El extranjero de Albert Camus, tomando en cuenta el concepto del absurdo prevaleciente en esa obra y su ensayo filosófico El mito de Sísifo.
Asimismo, se realizará un breve comentario sobre la función de la literatura, tomando el texto “¿Qué es la literatura?” (1947) de Sartre y el capítulo de El mito de Sísifo dedicado a la obra absurda.

2. El absurdo en El extranjero y El mito de Sísifo: Definición e implicaciones; valores, rebelión y libertad.
El extranjero (L’etranger, 1942) es una novela que remite a conceptos filosóficos que Camus desarrolla posteriormente en El mito de Sísifo (Le Mythe de Sisyphe, 1942) y el drama Calígula (Caligula, 1945). La idea que subyace en estas tres obras es la del absurdo, la cual Camus expone en El mito de Sísifo presentándola como la confrontación entre la irracionalidad del mundo - su no-significación, su falta de sentido y propósito y la imposibilidad de comprenderlo y constituirlo como una unidad- y la nostalgia de absoluto, la búsqueda inútil de un sentido en un universo carente de orden donde el conocimiento, la aprehensión de un todo razonable y la trascendencia es imposible.
Así, el absurdo nace de la presencia común del mundo y el hombre, entre los cuales se genera una contradicción. Al no haber nada más allá de este mundo irracional, un Absoluto, un propósito último que sacie la necesidad de unidad, orden y equilibrio del hombre, no existe una razón de ser, un sentido, y se produce en el individuo la sensación de desubicación y falta de pertenencia. La ajenidad al mundo y el enfrentamiento del hombre con la nada se puede percibir claramente en la figura de Meursault, a quien le parece igualmente irrelevante el fallecimiento de su madre, un ascenso en el trabajo, el matrimonio, un asesinato o su propia muerte. Meursault es un extranjero en el mundo, pues aunque no está al margen de su sociedad, no se siente parte de ella, y es, así mismo, un extraño en su propia vida, pues aunque forma parte de una serie de sucesos y experiencias, es tan sólo un protagonista contemplativo e inerte; sus actos le resultan extraños y no es consciente de las posibles consecuencias.
Lo único que liga a Meursault con el mundo es la experiencia sensible y la fuerza de costumbre.
La relevancia de la experiencia sensible puede encontrarse en todo el texto. Como ejemplos pueden citarse el apego del personaje a María, su amante, y el crimen que comete sin tener verdaderos motivos. Ambas acciones tienen fundamentos puramente sensitivos. Así, su relación con la joven depende del sentimiento de deseo y el placer; el protagonista siente indiferencia ante el concepto de amor tradicional:

Conté a Maria la historia del viejo y se rió. Tenía puesto uno de mis pijamas cuyas mangas había recogido. Cuando rió, tuve nuevamente deseos de ella. Un momento después me preguntó si la amaba. Le contesté que no tenía importancia, pero que me parecía que no. [1]

Asimismo, subyace también un sentimiento evidente de indiferencia por la fe y los valores cristianos presente en la sociedad argelina. Al no existir un sentido último y ante la incomprensión de la realidad que lo rodea, el individuo se encuentra despojado, abandonado, arrojado a la vida en un mundo incomprensible que le resulta extraño e irracional, y carece de pautas que guíen su conducta. Su actuación se caracteriza, pues, por la indiferencia y la apatía, y se encuentra ampliamente vinculada con la experiencia sensible. De modo que cuando Meursault aprieta el gatillo y mata al árabe, en el marco de irrealidad y enajenamiento en el que se halla sumergido es el sol quien determina la acción; el protagonista ejecuta el acto desapasionadamente, impulsado por el reflejo solar y el calor sofocante, sin tener un verdadero motivo ni sentido de finalidad: la acción está determinada por la sensación. Ese mismo comportamiento insensible, reflejo inconsciente del absurdo que aún no llega a percibir –la comprensión se realiza en el final de la obra- es constante a lo largo del libro, y es lo que condena al personaje a su muerte en la guillotina.
La fuerza de costumbre es su otro vínculo con el mundo: Meursault tiene la certeza de que es posible acostumbrarse a todo ( “En el fondo no existe idea a la que uno no concluya por acostumbrarse.” [2]) y su rutina se mantiene por inercia. Esta idea cambia al final, cuando el protagonista reconoce el absurdo, y acepta que no hay dios, sentido o trascendencia, sólo vida y muerte. Toma conciencia entonces de su condición absurda, y de esa clarividencia surge la libertad absurda. Escribe Camus al respecto:

Suele suceder que las decoraciones se derrumben. Levantarse, tomar el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la comida, el sueño, y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Sólo que un día se alza el “por qué” y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. “Comienza”: esto es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. [3]

Del conocimiento del absurdo nace, como expone el autor en El mito de Sísifo, una lucha consistente en una rebelión permanente contra la muerte que implica vivir y hacer vivir al absurdo a partir de la contemplación, sin resignarse al mismo ni evadirse. Esta lucha supone anular las esperanzas e ilusiones acerca del futuro – pues estas constituyen un salto, una evasión que oculta el absurdo y la comprensión del mismo-, mantener un rechazo continuo a la situación de contradicción derivada del enfrentamiento del hombre con la irracionalidad del mundo e insatisfacción conciente. Para Camus esto es el punto de partida de una nueva libertad, la libertad absurda en la que se niegan las posibilidades de libertad eterna pero se exalta la de acción, que implicaría tanto un ejercicio de rebelión como de clarividencia, dos atributos que “son lo contrario de la renunciación” y “dan precio a la vida”[4]. Para el hombre absurdo, lo importante es vivir lo más posible a través de las experiencias, con ansia por agotar todo lo dado. Ese fervor por vivir es lo que expresa Meursault al final de la obra, cuando rechaza al capellán y a dios y cuando por fin comprende la actitud de la madre que decidió volver a intentar establecer una relación al final de su vida:

[...] Ni siquiera estaba seguro de estar vivo [el capellán], puesto que vivía como un muerto. Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esta muerte que iba a llegar. [5]

Por primera vez en mucho tiempo pensé en mamá. Me pareció que comprendía por qué, al final de su vida, había tenido un «novio», por qué había jugado a comenzar otra vez. [...] Tan cerca de la muerte, mamá debía sentirse allí liberada y pronta para revivir todo.
[6]

Carente al fin de esperanzas, aceptando el absurdo y, por ello, rebelándose ante la muerte, Meursault se siente “pronto a revivir todo”, y en esa rebeldía ante la muerte y su definitiva indiferencia del mundo encuentra la libertad y se transforma en el héroe absurdo, como Sísifo, que conciente de lo trágico de su situación, se hace cargo de su destino personal, y de ese modo encuentra la dicha en ser el dueño de sus días y su carga, que es su vida absurda.

3. La obra absurda
Camus expuso su concepción de la obra absurda en El mito de Sísifo. Para este autor, “la creación es la gran imitación[7]” , en la que no se trata ya de explicar y de resolver, sino de sentir y describir ese universo inagotable en cantidad. La obra de arte, que sigue a la indiferencia y al descubrimiento del absurdo, repite los temas presentes en el mundo, revelándolos indirectamente mediante su descripción y logrando enfrentar al hombre consigo mismo, con los demás y con su condición. Si bien subyace en ella el pensamiento, su función es imitar lo real y ordenarlo, sin comprometer lo carnal de la obra, que nace del “renunciamiento de la inteligencia de razonar lo concreto[8]”. El gran novelista es un filósofo que escribe con imágenes, convencido de “la inutilidad de todo principio de explicación y del mensaje docente de la apariencia sensible[9]”. Su obra tiene siempre la medida humana.
Cinco años después, en 1947, Sartre publicó un ensayo titulado “¿Qué es la literatura?” donde expuso su concepción de la prosa y su función transformadora. Para este filósofo existencialista, contemporáneo y conocido de Camus, la prosa es utilitaria por esencia, pues la naturaleza de su discurso es naturalmente significativa. Lo importante es saber qué se va a escribir, luego se presenta la cuestión del estilo, que debe pasar inadvertido pues es puro únicamente cuando viene por añadidura. Como Camus, Sartre piensa que el prosista se dedica a actuar por revelación: su palabra es acción, revelando realiza cambios, y revelar el mundo a los demás para que éstos asuman sus responsabilidades es su función. La literatura es, entonces, “una subjetividad que se entrega con la forma de lo objetivo”, en donde el mensaje es un “un alma hecha objeto[10]”.
Esta función utilitaria y reveladora se percibe en la obra de Camus, en la prevalencia del redactor sobre el narrador, del mensaje sobre la misma obra, sobre lo cual se han planteado críticas. La obra del autor argelino es la exposición de una idea -la idea del absurdo- mediante la descripción de la vida de un hombre que es extranjero respecto a los sucesos que suscita y que, arrojado a la existencia, sin un sentido y enfrentado a la nada y el absurdo, termina matando a causa del reflejo solar y siendo condenado a muerte sin experimentar cambio en la indiferencia hacia el mundo, una indiferencia que termina siendo conciente y desesperanzada al final de la obra, en la que el protagonista adquiere plena conciencia del absurdo.
Por lo mencionado, El extranjero puede considerarse una obra absurda, pues es una creación que descubre el universo del autor, lo recrea y describe en la forma de un fenómeno absurdo, y lo revela al lector a través del sentimiento y la descripción de la realidad percibida por Camus en su tiempo, tiempo de guerra y desconcierto caracterizado por la incertidumbre de hombres que, desamparado, ven desmoronarse a su alrededor el mundo conocido, que les resulta hostil y ajeno, tanto como si fueran un extranjero.


Bibliografía
Albert Camus, El extranjero, Madrid, Editora Nacional, 2001
Albert Camus, El mito de Sísifo, Buenos Aires, Editorial Losada, 2006
Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la literatura? 3° edición, Buenos Aires, Editorial Losada
D. Z. Mairowitz y A. Koros, Camus para principiantes, Buenos Aires, Era Naciente, 1998

Notas
[1] Albert Camus, El extranjero, Madrid, Editora Nacional, 2001, Parte I, IV, p.32
[2] Albert Camus, El extranjero, Madrid, Editora Nacional, 2001, Parte II, V, p.94
[3] Albert Camus, El mito de Sísifo, Buenos Aires, Editorial Losada, 2006, p.24
[4] Ibíd, p.71
[5] Albert Camus, El extranjero, Madrid, Editora Nacional, 2001, Parte II, V, p.97
[6] Ibíd, p.98
[7] Albert Camus, El mito de Sísifo, Buenos Aires, Editorial Losada, 2006, p.114
[8] Ibíd, p.118
[9] Ibíd, p.122
[10] Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la literatura? 3° edición, Buenos Aires, Losada, p. 60