Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

27/4/09

"La intrusa" de Borges, en lexias

LECTURA DE “LA INTRUSA” DE BORGES DE ACUERDO AL MODELO DE ANÁLISIS TEXTUAL DE BARTHES

(1) LA INTRUSA

a- El término “intruso” implica la existencia de dos planos, que podrían denominarse, básicamente, como el de la mismidad y el de la otredad. Ambos planos tienen, como el término lo indica, una importancia espacial, topográfica. La intrusión implica la irrupción de un plano (el de la otredad) en el otro (el de la mismidad), sin derecho, de manera que permanece la “diferencia esencial”.
b- Se vincula lo otro, lo extraño e invasor, con el género femenino, lo cual responde a la visión de la mujer predominante en la tradición occidental. Al establecimiento de una diferencia geográfica se añade, entonces, una diferencia genérica.

c- Se ubica a la figura femenina en una situación de poder, como elemento perturbador y desestabilizante: es intruso quien puede entrometerse en el territorio ajeno y es capaz de vulnerar con su presencia la estabilidad de lo establecido. Este poder, que se vincula en el cuento con la concepción platónica del amor (el amor implica necesidad, y quien ama se encuentra en la posición inferior dada por la carencia), es transitorio si el régimen establecido es poco flexible, como ocurrirá en el cuento: si el intruso no logra imponer su ley (es decir, cambiar el “paradigma”: dejar de ser lo “otro” para pasar a representar lo “mismo”), y no puede ser neutralizado (es decir, anulado en su diferencia esencial, transformado en lo mismo y asimilado por el sistema establecido), es expulsado o “desaparecido” (muerto), tal como ocurrirá en el relato.
d- El empleo del artículo “la” particulariza y singulariza a la fuerza invasora: el plano de lo mismo, entonces, se anticipa como cuantitativamente superior frente a la exigüidad de lo otro. Además, con el empleo del artículo la figura del lector es excluida del plano de lo otro, y queda salvaguardada, o bien dentro del terreno de la mismidad (no en este caso), o bien en un ámbito apartado, excéntrico, ajeno al conflicto.
e- La sustantivación de un adjetivo anticipa la cosificación que hará de la figura invasora, la despersonalización de Juliana (la intrusa), que sólo cobra relevancia en tanto se transforma, involuntariamente, en un elemento desestabilizador.


(2) 2 REYES, I, 26.

a- Versículo inexistente en ese capítulo de la Biblia, “intruso”. La Biblia Septuaginta incluía cuatro libros que correspondían a los libros de Samuel 1 y 2 y a Reyes 1 y 2 de la Biblia moderna. Por consecuencia, la referencia remitiría realmente a Samuel 1:26, a una cita que pronuncia David ante la muerte de a quien amaba “como a sí mismo”, Jonatán (notar la similitud fonética con Cristián, que es en el texto, al igual que Jonatán, la figura que muere): “Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, / que me fuiste muy dulce. / Más maravilloso me fue tu amor / que el amor de las mujeres.”. Esta cita anticipa el tipo de amor existente entre los hermanos Nilsen, así como la posición inferior que la mujer tendrá en el relato.
b- En el epígrafe se destaca, en contraposición con el título, la dualidad y el género masculino. La figura del rey, símbolo del orden y el poder institucional, dueño de territorios, se duplica, dando lugar a una posición de paridad dentro de la singularidad y el poder que implica el mando.


(3) Dicen (lo cual es improbable), que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe.

a- Se realiza una relativización a lo largo de la lexia de la certidumbre de los datos transmitidos oralmente, por el rumor. Al verbo “dicen”, cuyo sujeto tácito remite a una incierta cadena de narradores, se añade una construcción parentética en la que destaca el término “improbable”. Dicho adjetivo pone en duda la información que da el autor a continuación, pero también entraña un juicio de valor: probabilis, en latín, no sólo significa “probable, verosímil”, sino que también indica aquello que es loable o digno de aprobación; con la anteposición del prefijo de negación “im-”, entonces, se indicaría lo reprobable de la acción mencionada al principio de la narración.
b- En contraposición a Santiago Dabove y el resto de los personajes, que son presentados por el narrador con nombre y apellido, los protagonistas de la historia se introducen con sus rasgos individuales únicamente mediante el nombre. El apellido familiar, en cambio, es empleado a lo largo de la narración para presentar a los dos hermanos como una unidad homogénea y singular, con intereses y decisiones compartidas, frente a las fuerzas de la sociedad y a los representantes de la marginalidad.
c- Se destaca el claro señalamiento de las edades de los hermanos. Esto indica, desde el código sociocultural, una relación de poder: tradicionalmente solía ser el primogénito el beneficiado en situaciones como la herencia, la asunción del trono, etc. De esta manera, Cristián, el mayor, se nos presenta en una posición en poder superior a la de Eduardo.
d- El señalamiento de la diferencia de edades de los hermanos, así como el nombre de Cristián (la primera y la última consonante y la acentuación en la última sílaba), podría vincularse con la historia de Caín y Abel: Cristián sería el pecador (es, al fin y al cabo, quien desencadena con su acción los hechos que resultan vituperables para la población; su nombre, que claramente remite al cristianismo, podría ser una antífrasis) y Eduardo una víctima paciente (su presentación, no casualmente, es en forma de complemento agente en una construcción en voz pasiva, y en el resto del cuento seguirá manteniendo esta actitud).
e- Aclarar de manera tan temprana la causa de muerte de Cristián indica la existencia de un conflicto en el relato que podría haber provocado su muerte violenta; sería, desde esta perspectiva, una anticipación de lo que va a ser narrado. Pero esta precoz revelación también podría despertar sospechas sobre Eduardo, sobre todo a la luz de los hechos posteriores.


(4) La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.

a- Se contrapone a la oralidad que se destaca en la lexia anterior la escritura, como práctica más certeza y recta, que puede ser ejercida con “probidad”, metodológica y sinceramente. Sin embargo, la advertencia posterior del narrador respecto de la “tentación literaria” relativiza la promesa primera: la tentación literaria de la escritura se presenta como irrefrenable, vinculada a una pasión que contradice la posibilidad de una actividad precisa y objetiva. La escritura, entonces, entraña licencias, al igual que la oralidad: las creaciones que surgen de ambos modos de transmisión son, en tanto narración penetrada por lo subjetivo del autor, ficciones donde hay variaciones de los hechos ocurridos originalmente, que se pierden. (Podría vincularse con la lexia “La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá”.) Es un código metalingüístico.


(5) El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero.

a- Es la primera acción atribuida a Cristián y Eduardo en voz activa, y los implica como unidad. Los Nilsen, orilleros antiguos, son presentados dentro de un barrio pobre (casa de ladrillo sin revocar, habitaciones desmanteladas; más adelante se hablará de las “fiestas pobres” en el “barrio modesto”) como marginados por voluntad propia, defendiendo una soledad de a dos, su singularidad compartida, frente al resto del mundo. Los atributos mencionados como propios contribuyen a forjar una idea sobre a violencia de esta reclusión.
Es un código sociocultural.


(6) ...Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas.

a- Es la primera acción atribuida a uno de los hermanos en particular, en voz activa, y corresponde a la separación (individualización) de los hermanos. Indica el inicio del conflicto: cuando Cristian introduce en la casa, voluntariamente, a una mujer, quiebra la unidad primordial, permite que surja el desorden.
b- La mujer es presentada como un objeto de posesión, como a una bestia servil: sirve al hombre sumisamente, es adornada y mostrada por su belleza. Su poder reside, únicamente, en ser objeto del deseo y, posteriormente, del amor.


(7) Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque.

a- Se insiste en crear una atmósfera donde predomina lo oscuro: las sobras, el color del caballo y la ausencia de personas contribuyen a ello. Se construye el campo simbólico donde Cristián va a pronunciar lo “indecente”, el tabú, el “pecado”.


(8) La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.

a- La mujer, servil, homologada a una bestia, se presenta en una posición de inferioridad; la conjunción adversativa, sin embargo, se emplea para destacar el poder dado por la preferencia. Esta preferencia, a su vez, indica la valoración que se tiene sobre los hermanos, que ya no se encuentran en una posición de paridad: Cristián, que “regala” a su mujer y genera la situación, es menos valorable que Eduardo, quien acepta pasivamente el trato.
b- La preferencia por el hermano menor, Eduardo, remite a la Biblia: es análoga a la preferencia de Dios por Abel.


(9) -A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas, ya no hará más perjuicios. // Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.

a- Es la tercera frase que pronuncia Cristián, que presenta el hecho ya consumado. La respuesta de Eduardo, como en las ocasiones anteriores, se encuentra ausente. Dentro del esquema planteado por la narración, este nuevo hecho reprobable es el que permite a Cristián librarse del oprobio de haber compartido al “objeto” de su posesión, y el que permite restaurar la igualdad perdida entre los hermanos: se logra la restauración de la unidad a partir de un crimen que los aísla, nuevamente, del resto de la sociedad, y que elimina el elemento de discordia: la intrusa, que no podía ser neutralizada ni expulsada, que se había vuelto necesaria para los invadidos, se convierte en un elemento de unión con su desaparición.