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28/1/08

El resumen como ponencia

Paideia, política y salud en la concepción platónica: la conformación del rey filósofo y su función en la polis


1. Introducción

La ciudad está enferma, padece de injusticia. Frente a la imagen de la ciudad utópica -aquella que se basaba en pocas necesidades y oficios y en una vida armoniosa y comunitaria donde los hombres se asociaban para ayudarse entre sí, cumpliendo cada uno una sola tarea de acuerdo a sus aptitudes y en el momento exigido-, se erige una ciudad injusta que ordenó la muerte del hombre más sabio y justo, Sócrates. Esta ciudad, una polis lujosa apoyada en necesidades superfluas, en la que los deseos de riquezas o placeres prescindibles e inmoderados originan la guerra (eris), precisa entonces de un guardián gracias al cual se pueda producir la reconstrucción de la polis como un orden justo.
El motivo de la presente es analizar la conformación del sujeto ético-político-estético en el cual recaerá el gobierno de la polis, y que tendrá como finalidad conducirla y sanarla de la injusticia en la que se halla sumergida. Para esto habremos de analizar la educación del rey filósofo, individuo que de acuerdo a su posición frente a los placeres, su acceso al topos inteligible y su conocimiento de la Idea del Bien, se presenta como el adecuado para conducir a la polis desde la posición de guardián supremo, organizador y legislador, y por ello mismo, se encuentra preparado para curarla de la enfermedad que la azota debido a la injusticia reinante.
Para lograr esto se estudiará el methodos por el cual se llega al conocimiento de los topoi de lo sensible y lo inteligible, y de la Idea del Bien como idea máxima rectora y dadora de ser. Asimismo, se analizará cómo este conocimiento puede constituirse en un pharmakon para el individuo y la ciudad, aspectos isomorfos en los que aquel que consiga el dominio de sí, la areté, será aquel preparado para detentar el poder y dominar a los otros.
Los problematización en torno a la paideia, la justicia y la salud, aspectos solidarios en el marco de la metafísica platónica, y su vinculación con el terreno político, se estudiará principalmente a partir de lo planteado por Platón en La República, especialmente en las alegorías.

2. Desarrollo

Para que la ciudad sea justa, se precisa que cada una de sus partes actúe armónicamente de acuerdo a su función. Sobrevuela la concepción platónica la idea de la mesura (sophrosyne), el actuar de acuerdo a la medida, como necesidad fundamental para la conformación de una ciudad sana. En esta visión organicista de la sociedad, la justicia se logrará, según Platón, cuando estén en armonía las tres clases que la componen: los gobernantes cuya virtud radica en la prudencia o sabiduría (sophía) que les permite gobernar; los guerreros que se encargan de defender a la polis, cuya excelencia se explica por su valentía (andreia); y los productores que deben tener como virtud la templanza (sophrosyne) que les otorga el dominio sobre los apetitos. En el marco del isomorfismo entre individuo y polis, el sujeto encargado de cumplir la función de legislador (fulax) en la ciudad será, pues, aquel aristoi que sea justo, es decir, el strategos que sepa conducir su vida en conformidad a la kalokagathia, lo bello y lo bueno, logrando la armonía de las partes de su alma: la parte racional de la razón o nous; la parte irascible del thymos o valor, y la parte concupiscente de la epithymiai, sede de los apetitos y deseos. Este equilibrio sólo se logra en el marco del alma entendida como topos agonístico donde se establece una batalla perpetua en la conformación del sujeto ético-político-estético: hay una tensión continua entre la sophrosyne -aquello que se inscribe dentro del terreno de la mesura, lo razonable y lo que está acuerdo con la medida- y la hybris –aquello no razonable, desmedido y desmesurado que encarna el peligro de la desorbitancia. Es en este sentido en el que se problematizan los placeres: el individuo debe superar las fuerzas irracionales representadas por los placeres y los deseos (hedonai y epithymiai) puesto que encarnan el riesgo de la hybris, riesgo que imposibilita el enkrateia (el dominio de sí mismo) y, por lo tanto, la consecución del equilibrio buscado. El telos o fin es, pues, ejercer el dominio sobre la tercer parte del alma, concupiscente e irracional, mediante la racionalidad. Enfrentado a la prueba de seducción[1], el hombre debe mostrarse incorruptible y decente en todas las situaciones, buen guardián de sí mismo, de manera que sus partes racionales “se impondrán a lo concupiscible, que, ocupando la mayor parte del alma de cada cual, es por naturaleza insaciable de bienes; al cual tienen que vigilar, no sea que, repleto de lo que llamamos placeres del cuerpo, se haga grande y fuerte y, dejando de obrar por lo propio suyo, trate de esclavizar y gobernar a aquello que por su clase no le corresponde y trastorne enteramente la vida de todos.”[2]
De esta forma, el sujeto ético se conforma al obtener el equilibrio mediante la racionalidad y la sophrosyne, la vida según medida, la dietética que establece el uso de los placeres, de manera que el hombre que se constituye como agente moral es capaz de dominarse y no cae esclavo de sus placeres, mientras que la conformación del sujeto estético se produce solidaria a esta cuestión moral, dado que la estética plantea la construcción de la vida misma como obra de arte, lo cual conduce al concepto de excelencia: hay una correspondencia entre lo bello y lo bueno. Esta constitución del sujeto ético-estético como un aristoi capaz de autodominio es la que implica, en última instancia, la posibilidad de ocupar la condición de dominio sobre los otros y ejercer como fulax en la ciudad, y supone el empleo de un methodos gradual, progresivo, jerárquico y teleológico. Este methodos se expresa en la askesis, el trabajo continuo y cuidadoso sobre uno mismo por el cual se llega al arte de dominarse, continuidad en el objeto de estudio, y la mathesis, que implica la realización de estudios superiores por los cuales el sujeto conoce los entes formales, aquellos que son inmutables y únicos frente a lo sujeto al devenir y lo múltiple: las ideas. Es mediante este methodos, entonces, que el sujeto llega finalmente a la Idea del Bien, el objeto del estudio supremo.
Platón plantea este methodos por el cual el hombre llega al conocimiento de los entes formales del ámbito inteligible en la alegoría de la caverna, donde se compara al mundo sensible con una oscura caverna y a los hombres que no ven más allá de los múltiples y mutables objetos sensibles con los prisioneros que sólo pueden ver las sombras del orden de la pseudeia y de poca calidad ontológica, imitaciones de imitaciones de los entes formales. Entonces, la facultad de conocimiento es, dentro de la caverna, la doxa u opinión. La liberación de la caverna equivale en la alegoría a liberar al sujeto de su ignorancia, y acercarlo a lo luminoso, que se relaciona con el conocimiento de las Ideas, de lo único, inteligible, inmutable e idéntico a sí mismo. Para alcanzar este conocimiento sería necesario, sin embargo, un rodeo que permitiera el acostumbramiento del antiguo prisionero a la luz frente a la que se halla expuesto:

Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio...
... Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el sol en su propio dominio y tan cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar. [3]


Contemplar el sol implica, en la alegoría de la caverna, adquirir[4] conocimiento de la Idea del Bien, aquella que, de acuerdo a la alegoría del sol, les otorga el existir y la esencia a las otras Ideas y permite que sean cognoscibles[5].
De modo que por este methodos se produce un pasaje de topoi desde lo sensible, aparente, oscuro y sujeto a la doxa, hacia lo inteligible, verdadero, luminoso y objeto de la episteme o ciencia. El sujeto adquiere, en este viaje, el conocimiento de los entes en grado sumo, los paradigmas fundantes que explican los objetos sensibles que son copias o imitaciones de las Ideas.
De este modo, se llega a la definición del sujeto ético-político-estético en el que recaerá el control de la polis. El fulax que se hará cargo de este deber será aquel que, poseedor de la facilidad de aprender y de un carácter constante y poco voluble, sea capaz de mantener el dominio sobre sí mismo y de mantener el dominio sobre otros por conocer el fundamento de porqué lo justo es justo. Este sujeto no puede ser más que un filósofo, puesto que es el que conoce los fundamentos por el hecho de haber accedido al conocimiento de las Ideas del topos inteligible, y porque es la filosofía la que permite “obtener una visión total y perfecta de lo justo, tanto en el terreno político como en el privado”[6]:
Es así como se forma el rey filósofo, figura necesaria en el terreno político:

A menos –proseguí – que los filósofos reinen en las ciudades o cuantos ahora se llaman reyes y dinastas practiquen noble y adecuadamente la filosofía, vengan a coincidir una cosa y otra, la filosofía y el poder político, y sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres que se encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco, según creo, para los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello se produzca en la medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos trazado de palabra. [7]



Esta solidaridad entre política y filosofía supone una condena a aquellos que se dedican exclusivamente a la especulación filosófica o a la actividad política: es por esto que Platón afirma que aquel que ha obtenido una visión de las Ideas debe volver a la caverna para conducir al enjambre de prisioneros. Los filósofos deben volver a la caverna para gobernar y otorgar a la polis cosas útiles, bellas, justas y buenas, mostrando así su amor a la misma.
Así, el gobernante estará capacitado para restaurar y mantener la salud en la polis: al conocer lo “justo en sí”, el obrar cada uno actúe de acuerdo a su función, conoce también el pharmakon o remedio necesario para curar a la ciudad, enfermedad que deviene de la mezcla y se remedia atendiendo al límite y la medida. De esta manera termina de enlazarse la solidaridad entre el terreno médico y el terreno ético, y el rey filósofo se conforma como el aner politikos adecuado para sanar a la ciudad de la injusticia en la que se halla sumergida.



3. Conclusión

A partir de lo planteado anteriormente, se podría concluir afirmando que la constitución del sujeto ético-político-estético que se conformará como el rey filósofo en el que recae el gobierno de la polis se produce en el marco de dimensión pedagógica que contempla un methodos basado en la askesis y la mathesis, y presenta un rodeo sustentado por la retórica dialéctica mediante le cual el conocimiento se adquiere de forma gradual, progresiva y jerárquica. El grado de conocimiento adquirido es el que determina el papel de cada individuo en la sociedad, siendo el rey filósofo aquel que contempla aquello de más calidad ontológica, el plano inteligible de las Ideas, y la Idea del Bien que origina y fundamenta a todas las otras. Asimismo, esta conformación del gobernante se da en el marco de una problematización en torno a los placeres, en la que alcanzar el dominio de sí mediante la racionalidad –la victoria de la parte racional y la sophrosyne sobre lo irracional y la hybris -implica hacerse poseedor de la arkhé y el dominio sobre otros. Este isomorfismo entre individuo y ciudad es el que permite ver a la polis con una visión organicista en la que la injusticia constituye una enfermedad que puede curarse mediante la administración de un pharmakon por parte de aquel que ha contemplado lo bello y lo justo y conoce su fundamento: el filósofo que se constitye como un strategos que, por haber alcanzado el dominio de sí y por haber hecho de su vida una obra de arte en conformidad con la kalokagathia, es plausible de ejercer como el fulax que guiará a la ciudad, la cuidará y la guardará de toda impureza, intentando mantener el equilibrio y la armonía, los cuales se dan en el marco de la justicia marcada por el cumplimiento de cada uno con la función propia. De esta manera, paideia, política y salud se enlazan en la figura del rey filósofo, que puede ejercer su dominio como maestro conductor, gobernante y cuidador de la polis a la que ama.

Bibliografía

· Platón. República, Barcelona. Editorial Altaya, 1993
· Conrado Eggers Lan. El sol, la línea y la caverna. EUDEBA
· Platón. Carta VII
· Adolfo P. Carpio. Principios de Filosofía, cap V. Buenos Aires, Editorial Glauco, 2004
· M. Cecilia Colombani, La problematización moral de los placeres. El ejercicio de la autoridad sobre uno mismo
· M. Cecilia Colombani, Justicia y Salud en la constitución del sujeto ético-político. Las resonancias de las metáforas en Platón.
· M. Cecilia Colombani, El modelo de la batalla perpetua. La tensión por la arkhé. Una mirada desde los espacios genéricos.
· M. Cecilia Colombani, Las artes de la existencia en la plasmación del espacio político
· M. Cecilia Colombani, De Apolo a Platón. Las prácticas discursivas y el imperativo de la mesura como modo de salud. Primeras Jornadas de Estudios Clásicos Ordia Prima


[1] Platón, República, 413-e
[2] Ibíd., 442-b
[3] Íbid, 516-b
[4] Idest. Vale aclarar que tal adquisición de conocimiento no consiste más que en recordar lo previamente conocido cuando el alma estuvo en contacto con las ideas. Esto se expone en Fedón, cuando Platón plantea que antes de estar unida al cuerpo el alma realizo una estadía en el topos inteligible donde contempló las ideas, y al reencarnar, en su descenso a la tierra, pasó por las aguas del río Lethé, que provoca el olvido, Mediante el methodos adecuado, el alma se ve en la oportunidad, por lo tanto, de recordar lo olvidado, de re-adquirir el conocimiento de las Ideas. De este modo, hay dos formas de trascendencia: la del alma cuando no está encerrada en el cuerpo, y mediante la filosofía.
[5] Platón, República, 509-b
[6] Platón. Las cartas
[7] Platón. República, 473-d