Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

12/6/08

Kant, algo de

1) ¿Cuál es el lugar asignado para el elemento estético en la “Crítica de la razón pura” y en la “Crítica de la razón práctica”?
2) ¿En qué aspectos Kant produce un quiebre con respecto a la filosofía anterior?
3) ¿En qué aspectos se mantiene fiel a la tradición racionalista?
4) ¿Cuál es la diferencia entre el juicio constitutivo o determinante y el juicio reflexionante?
5) ¿Cómo vincula Kant las nociones: estética, arte y belleza? Compare con Platón y Aristóteles.
6) ¿Cuál es el papel de la imaginación?
7) La Crítica del Juicio es presentada por Kant como mediación y complemento de las otras dos “Críticas”. A su criterio, ¿cumple enteramente con este propósito? ¿qué aspectos están en esa dirección?¿qué aspectos constituirían un germen desestructurador respecto de las dos obras anteriores?


1) ¿Cuál es el lugar asignado para el elemento estético en la “Crítica de la razón pura” y en la “Crítica de la razón práctica”?
En la Crítica de la Razón Pura, Kant emplea el término “estética” en su sentido etimológico, como aquello relativo a la “sensación” o “percepción”. La Estética Trascendental es aquello que se ocupa de las condiciones de posibilidad de la sensibilidad a priori, el tiempo y el espacio (como intuiciones a priori a partir de las cuales se realiza la primera síntesis a nivel de la sensibilidad). De modo que en la Crítica de la Razón Pura el elemento estético se encuentra en el nivel de las formas puras de la sensibilidad (intuiciones), el lugar del contenido, la materia sin la cual los conceptos son vacíos.
En la Crítica de la Razón Práctica, el terreno estético va a estar relegado, dado que los valores de la moral y el imperativo categórico son la “voz” de la razón, de la facultad de lo incondicionado que busca lo absoluto y no tiene anclaje en la experiencia. A este espíritu racional se opone la naturaleza o lo sensible (el elemento estético) con sus inclinaciones. En la Crítica de la Razón Práctica lo estético coincide con las inclinaciones, que son opuestas a la moral y al deber, y son por ende relegadas a un plano indeseable que se debe proscribir frente a la exigencia moral. El elemento estético se convierte, en la Crítica de la Razón Práctica, en un obstáculo nefasto. Ya no es necesario como en le Crítica de la Razón Pura, porque la moral kantiana es puramente formal, vacía y sin contenido empírico.

2) ¿En qué aspectos Kant produce un quiebre con respecto a la filosofía anterior?
Kant rompe con la filosofía anterior en la medida en que en sus formulaciones el sujeto se convierte en el centro en el acto de conocer. Lo determinante ya no es el objeto, el sujeto ya no es un mero espejo que refleja las cosas mediante la razón o los sentidos, el acto de conocer ya no es una actitud pasiva, contemplativa, teorética, como en el realismo (que abarca tanto al racionalismo como al empirismo); para Kant al conocer se construye el ámbito de la objetividad, el sujeto cumple una operación transformadora al conocer elaborando los objetos. El conocimiento, para Kant, va a implicar dos factores: la estructura de la razón, independiente de la experiencia (a priori) y condición de la misma, y el “material moldeable”, las impresiones. De esa manera podría decirse que Kant realiza una síntesis entre materia (elemento que toma del empirismo) y forma (que toma del racionalismo), y en esa síntesis lo determinante en el acto de conocer va a ser el sujeto con sus estructuras a priori de la razón, capaces de elaborar, dadas las impresiones, la experiencia. Esta posición es la denominada idealismo trascendental.
Además, hay un acento en el misterio, lo incognoscible (lo nouménico de las ideas vacías) que se haya ausente en la filosofía tradicional.

3) ¿En qué aspectos se mantiene fiel a la tradición racionalista?
Kant se mantiene fiel a la tradición racionalista al afirmar el primado de la razón práctica sobre la razón teórica o especulativa: la moral prevalece sobre el conocimiento y autoriza que se admita la existencia de ideas sobre las que no hay impresiones ni puede haber conocimiento, como la idea de Dios o de alma inmortal. Es decir, permanece racionalista al afirmar el valor de una moral vacía y formal sin apoyo empírico, que permite aceptar “supuestos” sin valor teórico pero de igual manera, moralmente necesarios y determinantes.
En general, permanece fiel a la tradición racionalista en la medida que lo formal prevalece sobre la naturaleza y lo empírico.

Crítica del Juicio

4) ¿Cuál es la diferencia entre el juicio constitutivo o determinante y el juicio reflexionante?
El juicio atributivo, constitutivo o determinante descubre caracteres de objetos, subsumiendo un concepto a otro (con juicio analítico) o determinando sintéticamente un objeto mediante principios (juicio sintético). Son los juicios en los que se construye el objeto, a partir de la unidad de enlace (categoría): convierte intuiciones en objetos y así constituye el fenómeno.
Los juicios reflexionantes, en cambio, parten de objetos ya determinados y conocidos (por los juicios constitutivos) y los enlaza con finalidades.

5) ¿Cómo vincula Kant las nociones: estética, arte y belleza? Compare con Platón y Aristóteles.
En la Crítica del Juicio, la estética (que abarca a lo bello o lo sublime), en la sección de la Analítica de lo bello está vinculada al gusto, facultad de discernir lo bello mediante el libre juego de la imaginación, en el cual la legalidad es incognoscible, pero se puede discernir por el sentimiento de placer o dolor que produzca la representación estética del objeto en el sujeto. Así, el juicio del gusto no es lógico, sino estético, opera a nivel sensitivo, y no cognoscitivo: es estético porque su base determinante es subjetiva..
De esta manera se vincula el elemento estético con la belleza: los juicios del gusto son estéticos por estar referidos al sujeto, y a partir de estos juicios estéticos se puede discernir lo bello en base a los sentimientos (de placer o disgusto) que produce en el individuo.
Kant caracteriza a la belleza, que puede manifestarse en la naturaleza o el arte, como aquello que es, cualitativamente, objeto de satisfacción desinteresada (que produce placer libre de interés); cuantitativamente, plausible de placer universalmente*; en cuanto a su relación, una finalidad sin fin (no hay interés y por eso la finalidad no trasciende el objeto representado: es subjetiva e inmanente); y en cuanto a la modalidad, una satisfacción necesaria (la cual se relaciona con las otras tres definiciones). Kant explica que hay una aptitud estética común del hombre, una regla indeterminable por ser subjetiva, a la que se llama sensus communis (el sentido común, que procede según sentimiento del juego libre de la imaginación y el entendimiento), que es el principio subjetivo en el juicio del gusto a partir del cual el hombre percibe la belleza, expresada por el sentimiento como valor universal.
Lo bello es percibido como una armonía interna, cuya característica es la ausencia de violencia. La finalidad sin fin de lo bello implica una legalidad no represiva, que no oculta la libertad de la imaginación en juego con el entendimiento (lo bello implica una «ocupación libre y conforme a un fin indeterminado de las facultades del espíritu”, en la que “el entendimiento está al servicio de la imaginación, y no ésta al de aquel»). Esto sólo es posible en la esfera del arte, no en la moral.
El arte, así, se identifica con la belleza, como una creación que produce placer en tanto no delate su intención y su finalidad. El arte sólo es bello cuando parece naturaleza, y la naturaleza es bella porque parece hecha como obra de arte, por su adecuación para concitar el libre juego de las facultades representativas del hombre. El arte bello por excelencia es el arte del genio, que establece las reglas en la obra de arte como creador, y no como imitador. Genio, según Kant, es la disposición espiritual innata mediante la cual «es la naturaleza (del sujeto) y no un reflexivo fin, él da la regla al arte (de la producción de lo bello)», y que está constituido por una síntesis de la imaginación y del entendimiento: en base a lo conocido por el entendimiento se produce una síntesis, por el juego libre de la imaginación, y se da lugar a una creación singular.

Es importante aclarar que el arte queda limitado, por la descripción que se hizo de él, al terreno de lo bello (percibido como una armonía interna por la ausencia de violencia, por el «juego libre de las facultades de representación»), y que lo bello es sólo una parte de la estética, puesto que el juicio de lo sublime también será estético por ser su base determinante subjetiva. La diferencia entre juicio de lo sublime y juicio de lo bello es, sin embargo, abismal: mientras que en el segundo hay ausencia de violencia, en el primero ésta es el factor característico, y es lo que hace que la disposición del espíritu en lo sublime sea similar a la disposición del espíritu en el terreno moral. Lo bello, la esfera del arte, no tienen, entonces, relación con la moral, por ser característico en ellos un juego libre que no es posible en el terreno moral, donde lo característico es la coerción del deber (no la libertad), la violencia de la razón a la sensibilidad (no la armonía) y el respeto (no el juego o el amor).

Una primera diferencia que podría encontrarse entre Kant y Platón es la concepción que ambos tienen de los tres términos: Platón, a diferencia de Kant, no considera a la estética como aquello relacionado con la belleza. En Platón, el terreno de la estética es aquel vinculado a lo sensible, y el arte se asocia a él por ser copia de apariencias: es un simulacro, una imitación imperfecta y engañosa. En cambio, la Belleza es una Idea, con calidad inteligible y sin relación con lo sensible: Platón entendía la belleza ampliamente (no en el sentido estrictamente estético), abarcando con ella principalmente los valores morales y cognoscitivos.
A partir de lo dicho puede señalarse que tanto Platón como Aristóteles concebían al arte como una imitación (aunque Aristóteles consideró la mimesis en un sentido más amplio que el platónico, como emulación de la realidad o de lo que debería ser), mientras que Kant lo concibe como creación por parte del genio. La imaginación no es reproductiva (mimética) sino productiva y autoactiva (crea formas caprichosas de intuiciones).
Además, en Kant el arte no tiene relación con la moral, lo cual no ocurre en los dos filósofos griegos. Para Platón la relación del arte con la moral es negativa: este filósofo rechaza el elemento estético y al arte por estar relacionado con la irracionalidad de la aisthesis (que abarca, a nivel del sentimiento, al elemento pasional, y a nivel cognoscitivo, la doxa de la percepción sensible): en el libro X de la República se expulsa a la “musa voluptuosa” por ser ella lo que, a partir del arte imitativo, nutre aquella parte del alma (la parte irracional) que habría que “dejar secar”. En Aristóteles cambia la relación del arte con la moral: a partir de la obra artística podría producirse la “catarsis” en el sujeto, la purificación moral. Además, en la tragedia se "imita" a hombres mejores a los de la realidad, en cuyos caracteres hay un designio moral (me parece que no se excluye el terreno didáctico en el arte), y un arte como el musical no sólo purifica el espíritu, sino que también se instruye el alma. (Esta función de la música, con su doble filo, también puede verse en Platón.)

6) ¿Cuál es el papel de la imaginación?
La imaginación es el componente fundamental en el juicio del gusto, y variará su función según se trate del juicio de lo bello o el juicio de lo sublime.
En la Analítica de lo Bello, la imaginación libre es la herramienta mediante cuyo libre juego, la facultad del gusto puede discernir lo bello, que está transido por una legislación o regla indeterminada que no se puede poseer, a la que se llega por sentido común. Es decir, la imaginación, con su función reflexiva (enlaza cosas con fines) formaría parte del libre juego de las facultades de representación, sin que sufra choques el entendimiento y con ausencia de violencia. Así, la imaginación creadora es obra de la libertad, permite el juego a partir de los objetos creados por el entendimiento.
En la Analítica de lo Sublime, el papel de la imaginación cambia. Ya no se trata de su juego libre: el objeto sublime «place inmediatamente por su resistencia contra el interés de los sentidos»; el juicio estético del objeto pone en tensión la imaginación hasta sus límites, y esta ejerce violencia contra sí misma como instrumento de la razón, lo que hace que a esta disposición de espíritu semejante a la disposición hacia lo moral, donde se produce la violencia de la razón a la sensibilidad y donde la libertad ya no es representada en el juego, sino en una ocupación conforme a la ley. De modo que en la Analítica de lo Sublime hay un sentimiento de privación de libertad de la imaginación por sí misma. Se vuelve un «instrumento de la razón y sus ideas y, por lo tanto, una fuerza para afirmar nuestra independencia contra los influjos de la naturaleza».

7) La Crítica del Juicio es presentada por Kant como mediación y complemento de las otras dos “Críticas”. A su criterio, ¿cumple enteramente con este propósito? ¿qué aspectos están en esa dirección?¿qué aspectos constituirían un germen desestructurador respecto de las dos obras anteriores?

A mi parecer, Kant cumple este propósito logrando, únicamente, establecer una propedéutica a una moral formal; la Crítica del Juicio se erige como una preparación para la dura moral kantiana expresada en la Crítica de la Razón Práctica, pero en modo alguno logra superar el bache producido por el salto del entendimiento que se convierte en razón, cuyas ideas no tienen “garantía sensible”. En esta dirección se establece la Analítica de lo Sublime, en la cual, a partir de la violencia ejercida por la imaginación hacia sensibilidad como instrumento de la razón, se prefigura la violencia que la razón ejercerá contra la sensibilidad en el ámbito moral. Kant mismo lo escribe:

[...]El bien (el bien moral) intelectual, conforme en sí mismo a fin, debe representarse, no tanto como bello, sino más bien como sublime, de suerte que despierta más el sentimiento de respeto (que desprecia el encanto) que el del amor y la íntima inclinación, porque la naturaleza humana concuerda con aquel bien, no por sí misma, sino sólo por la violencia que la razón hace a la sensibilidad. Recíprocamente, lo que llamamos sublime en la naturaleza, fuera de nosotros, o también en la interior (verbigracia, ciertas emociones), se representa como una fuerza de espíritu para elevarse encima de ciertos obstáculos de la sensibilidad por medio de principios morales, y por ello vendrá a ser interesante. (p. 255)

También se descubre en el relegamiento que hay del sentimiento en detrimento de la falta de emoción: no se rechaza al entusiasmo (“la idea del bien con emoción se llama entusiasmo”), pero se considera más sublime y excelente la aphateia:

Toda emoción es ciega [...], porque es el movimiento del espíritu que hace incapaz de organizar una libre reflexión de los principios para determinarse según ellos. [...] Estéticamente, empero, es el entusiasmo sublime, porque es una tensión de las fuerzas por ideas que dan al espíritu una impulsión que opera mucho más fuerte y duraderamente que el esfuerzo por medio de representaciones sensibles. Pero (y esto parece extraño), la falta misma de emoción (apatheia, phlegma, in significatu bono) de un espíritu que sigue enérgicamente sus principios inmutables es sublime y, en modo mucho más excelente, porque tiene de su parte al mismo tiempo la satisfacción de la razón pura.


También se advierte en la vinculación de la moral con el ideal de la belleza, del cual se dice que “no puede ser nunca puramente estético y que en el juicio [según un ideal de la belleza] no es un simple juicio del gusto”: como afirmó Kant un poco antes, “es cosa que requiere ideas puras de la razón”, el ideal de lo bello tiene como base una idea de la razón, no se basa únicamente en lo natural, puesto que esta belleza está fijada por medio de un concepto de finalidad objetiva, intelectualizada en parte, y basada en determinados conceptos que determinan a priori el fin.
Los elementos desestructuradores del discurso predominante se relacionan con la apreciación del sentimiento que hay en determinados pasajes: el hecho de que se hable de un término medio entre la cultura y la naturaleza, de una conjunción armónica de ambas en el pueblo, de un desarrollo conjunto de ideas morales y sentimiento moral necesario para fundar el gusto, de un acuerdo armónico, en última instancia, entre sensibilidad y la moral pensada como sentimiento, contraria al planteamiento usual de Kant, que concibe a la moral como creación del entendimiento, y que considera que en la moral la razón ejerce violencia contra la sensibilidad, puesto que el deber (moral) dictado por la razón no puede coincidir, en modo alguno, con la inclinación de la sensibilidad, que se presenta, ineludiblemente, como obstáculo.

* Carpio explica que, como la belleza sería desinteresada, y que separa a los hombres son los intereses de los sentidos, el arte sería universal. Sin embargo, Francisco Larroyo señala en su estudio introductivo que “lo bello gusta a todos los que tienen experiencia para gozarlo”. (Las bastardillas son mías.) Con lo cual parecería quedar planteada la pregunta de si la belleza es o no universal. En realidad, las interpretaciones no me parecen contradictorias: aquel que no tuviera experiencia para gozar lo bello, no se aproximaría al objeto con desinterés, y a falta de desinterés, la universalidad, como expresa Kant, sería imposible.