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1/7/08

Una "puff" sobre Buzzati

Siete pisos: El descenso al Infierno de una sociedad opresiva

1. Introducción
El motivo de la presente comunicación consiste en analizar el cuento de Dino Buzzati desde la configuración de los personajes y la espacialidad en la obra, estudiando especialmente la estructura del hospital donde ocurren los acontecimientos, el movimiento de ascenso y descenso que guía el desarrollo del cuento y el clima que impera en el lugar. Se analizará, asimismo, las relaciones de intertextualidad entre Siete pisos y la Divina Comedia de Dante Alighieri, a partir de un análisis de los elementos simbólicos en ambas obras. Con esto se intentará demostrar que Siete pisos puede ser entendido como una alegoría de una sociedad burocrática, sectaria y opresiva, similar, por sus trazos, a la Italia fascista de la Segunda Guerra Mundial.

2. Desarrollo
Siete pisos (Sette piani) es un cuento fantástico que fue publicado por Dino Buzzati en 1942, en plena Guerra Mundial. En él se cuenta, en un estilo despojado y casi periodístico, la patética historia de Giuseppe Corte, quien acude con optimismo a un famoso sanatorio debido a una leve dolencia y acaba enredado en la muda angustia de un viaje descendente al terror.
El cuento debe su nombre a la estructura del hospital. Al llegar a la institución, Giuseppe es trasladado a la séptima planta, y allí se entera, por la conversación con una enfermera, de la singular disposición de los pacientes en el edificio: éstos son asignados a los pisos de acuerdo a la gravedad de sus enfermedades, de modo que en la séptima planta se ubica a los pacientes con manifestaciones leves, y en la primera, a aquellos para los que no hay esperanza. El protagonista se muestra aliviado de estar en el séptimo piso, la «casta» superior, cerca del «mundo normal, de la gente sana» , y durante la conversación con otro paciente del mismo piso mantiene la «festiva desenvoltura de quien hace referencia a cosas trágicas que no le atañen» . Sin embargo, debido a diferentes razones, con el paso del tiempo va siendo asignado a pisos inferiores, que no corresponden a su dolencia. Impotente, enfrentado a los rostros casi ausentes de los médicos que asisten a sus planteos con condescendencia, pero sin hacer nada al respecto, y que prometen mejorar su leve enfermedad, pero jamás lo intentan, Giuseppe es designado, finalmente, al primer piso, y allí termina observando, impávido de terror, cómo se bajan lentamente las ventanas de su vida.
La disposición espacial creada por Buzzati tiene un alto valor simbólico, y puede relacionarse con el valor numerológico del «siete». En la doctrina cristiana, el siete es un número noble por ser el número de dones del Espíritu Santo, y la suma del tres y del cuatro: las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Pero el siete es, también, el número de los pecados capitales: la ausencia de las virtudes determina el surgimiento de los vicios.
En la Divina Comedia, este número tiene un valor importante: podría decirse que el conocimiento de las virtudes teologales y cardinales es la condición que permite a Dante la salvación mediante la experiencia ascética. Mientras en el Infierno se desconocieron las virtudes teologales o las cardinales, y en el Purgatorio algunas no fueron practicadas, en el Paraíso todas ellas brillan en su esplendor. Dante efectúa, en la Divina Comedia, un viaje en donde la catábasis (descenso a las profundidades del Infierno) es condición necesaria para la anábasis (ascenso al Paraíso): con el descenso al Infierno y el conocimiento del Purgatorio se produce la expiación directa de los pecados en el poeta, hasta que finalmente, al llegar al Paraíso Terrenal, se purifica completamente con el baño en el río Leteo y adquiere conciencia de sus virtudes al sumergirse en el Eunoé. Es en ese momento que Dante, purificado de los vicios y conciente de las virtudes, puede ascender al Paraíso, donde los valores espirituales son «irresistiblemente atraídos hacia Dios»¹, que es Amor.
En el cuento de Buzzati se produce una inversión de la Divina Comedia: el movimiento efectuado es el contrario. El protagonista realiza una anábasis que lo ubica en una posición superior a la del resto de los pacientes en el hospital, pero tras ese ascenso inicial se produce una catábasis que termina pareciendo ineludible, y con ese descenso, se efectúa su deshumanización: Giuseppe Corte es convertido en un despojo de hombre, un títere de fuerzas invisibles que le hacen perder sus valores, su voluntad, sus virtudes. A medida que se aproxima al primer piso se produce en el protagonista una «depresión de la moral», pierde la serenidad y la voluntad: podría decirse que desaparece en él la tranquilidad de espíritu dada por el contacto con las virtudes. El descenso de Giuseppe Corte dentro del hospital semeja a una bajada sin retorno a las profundidades del Infierno.
En este Infierno de los pisos inferiores es donde impera el profesor Dati, el «alma de este hospital» donde Giuseppe encuentra la condenación. También en este sentido se puede encontrar una relación con la Divina Comedia: mientras en la obra de Dante, Dios es la fuerza creadora y benéfica que atrae por su amor y que se encuentra en todos lados, omnipresente (Dios sería el alma del universo), en Siete Pisos, el profesor Dati es quien ocupa esa posición: él es, según un doctor del cuarto piso, «el inventor del tratamiento que se lleva a cabo, el que proyectó toda la instalación» , el que creó ese sistema que «impedía que un enfermo leve pudiera verse turbado por la vecindad de un compañero agonizante y garantizaba en cada planta un ambiente homogéneo» , pero no semeja, por sus cualidades, a Dios, sino que se presenta como una figura semejante, en nombre y actitud, a Dite (Lucifer, en la Divina Comedia): una fuerza terrorífica cuyas disposiciones actúan en contra de la vida de Giuseppe y le hacen perderse a sí mismo, lo condenan a la oscuridad del piso inferior.
Este proceso de desmoralización del personaje se produce, entonces, en un marco opresor favorecido por Dati, donde el contraste entre la disciplina de la institución y la esterilizada racionalidad de sus instalaciones con los irracionales e injustos traslados de Giuseppe hacen surgir un clima angustioso y hostil, una realidad extraña en la que el personaje es aplastado por el absurdo y la incertidumbre. En este clima, Giuseppe pierde su individualidad; se produce en él la muerte del espíritu y la condenación, la sujeción completa al régimen del que no encuentra escapatoria.
El proceso de desmoralización, de «condenación» de Giuseppe Corte, se produce progresivamente. Al principio del relato, este personaje, del cual Buzzati no da muchos datos (se sabe que es abogado y un hombre de sociedad, ocupado en los negocios), tiene un rol activo: elige el hospital al que acudirá a atenderse, viaja en tren y camina hacia él a pesar de tener un poco de fiebre. Sin embargo, al llegar a la institución se convierte en un sujeto pasivo, sometido a las disposiciones de la institución. Al principio, está conforme, porque forma parte de la casta privilegiada de la séptimo planta; luego surge la inquietud, porque se le hace descender de piso sin que su enfermedad empeore realmente, y los doctores hacen oídos sordos a sus reclamos. Al principio, Giuseppe intenta reclamar: alega que tiene derechos, que lo están estafando, y hasta amenaza con volver a su casa. Los doctores escuchan sus quejas con condescendencia, pero no las atienden: sus gritos son acallados con promesas vanas y aplastados por las disposiciones burocráticas e inflexibles del hospital. Como consecuencia, Giuseppe es deshumanizado en la angustia y termina aceptando la disposición: ya no tiene fuerzas para protestar y oponerse al traslado. Luego, hasta descenderá voluntariamente de piso, con resignación, alentado por los consejos de los médicos de la institución.
Es el traslado al tercer piso el que se realiza voluntariamente. Incentivado por las charlas con el doctor del cuarto piso, Giuseppe desciende con el fin de obtener un mejor tratamiento, con una mezcla de resignación y esperanza en su decisión. Es interesante comprobar que tras esta resolución, tras esta muda aceptación de complicidad con el régimen, Giuseppe pierde la capacidad de ver el mundo a través de las ventanas: su visión es estorbada por los altos árboles que rodean al edificio. Esto puede ser interpretado en clave simbólica: si supusiéramos que con cada descenso Giuseppe pierde una de las virtudes que lo vinculan con la salvación, podríamos decir que mientras permanece en los cuatro pisos superiores, el paciente todavía conserva las virtudes teologales, y, en cierta forma, la conexión con la salvación, pero a partir del tercer piso (a partir de ese descenso voluntario, consentido) Giuseppe comienza a perder aquellas virtudes que podían salvarlo, y se condena a sí mismo a la oscuridad. Desde entonces, los acontecimientos se precipitan: el protagonista llega a la tercera planta y encuentra un clima de regocijo, de festiva algarabía que aumenta con los días. Le explican que es a causa de las vacaciones (también es posible pensar que es, justamente, a causa de que ha decretado su propia condenación al realizar el descenso de planta voluntariamente), y que por eso los pacientes de la tercera planta tendrán que descender a la segunda. El miedo sobrecoge a Giuseppe, que ya no se atreve a protestar. Se conforma suponiendo que sólo permanecerá en el segundo piso durante quince días, hasta que vuelvan los empleados de sus vacaciones. Sin embargo, a la semana vienen a buscarlo para un nuevo traslado: el mismo profesor Dati lo ha asignado a la primera planta. Ahora sí, Giuseppe grita, pero sus gritos vuelven a ser acallados por la organización burocrática del hospital, que pretexta haber cometido un error (otra vez). Giuseppe llora, pero acepta la disposición: está condenado.
En este momento surge con toda la fuerza el clima de absurda extrañeza en que consiste el elemento fantástico de la obra, el momento en que el personaje se siente ajeno en un mundo hostil, en una realidad extraña e inexpugnable:

Tendido en la cama mientras la cálida tarde de verano pasaba lentamente sobre la ciudad, miraba los verdes árboles a través de la ventana con la impresión de haber ido a parar a un mundo irreal, hecho de absurdas paredes alicatadas y esterilizadas, de gélidos y fúnebres zaguanes, de blancas figuras humanas carentes de alma.

Ahora, Giuseppe tiene sobre sí el peso de seis plantas. Aplastado finalmente por el sistema burocrático, sectario y opresivo del hospital, desmoralizado y sumergido en una inmóvil pasividad, Giuseppe apenas siente un extraño entumecimiento cuando descubre que su condenación a la oscuridad es completa, cuando ve que «las persianas, obedeciendo a una misteriosa orden, descendían lentamente, cerrando el paso a la luz» .
Todo esto que se analizó puede relacionarse con la posición del individuo en un régimen como el de la Italia de la Segunda Guerra Mundial: en el orden político y social implantado por Mussolini (líder absolutista que, similar a Dati, fue el artífice de la estructuración de la sociedad opresiva, fue el «alma» del régimen), el hombre estaba sujeto y dependía de un sistema fuerte que lo despersonalizaba en la colectividad falsamente homogénea (como ocurrió con el protagonista de Siete plantas en cada uno de los pisos). En este régimen opresor, donde a individuos como Giuseppe se los neutralizaba en el terror o se les cerraban las persianas de la vida, el pueblo italiano efectuó un descenso al Infierno, muchas veces voluntariamente, otras, de manera obligada, enredado por las circunstancias y el discurso dominante, y en este descenso resonó, muchas veces, la misma pregunta que atormentó a Giuseppe en una habitación del piso inferior, cuando se hallaba ya alejado de la sociedad de los «hombres normales y sanos»: «¿Cuántos años le harían falta para que consiguiera alcanzar de nuevo el borde de aquel precipicio?»

3. Conclusión
A partir de lo explicado anteriormente, puede afirmarse que Siete pisos puede ser entendido como una alegoría de un régimen opresor como la Italia fascista de la Segunda Guerra Mundial: inversamente a lo planteado en la Divina Comedia, donde en el viaje de Dante se describe la salvación de la humanidad, en Siete pisos parece describirse la condenación a la oscuridad y a la opresión de un pueblo dominado por un régimen en el que se atentó contra los derechos y las libertades individuales, donde se desmoralizó y deshumanizó a los habitantes, en el marco de un discurso destinado a silenciar y reprimir reclamos, con el fin de imponer conformismo en los individuos para su aceptación tácita y pasiva del régimen. Así, en Siete pisos parecería quererse demostrar cómo se manipuló a la población para poder cerrar las persianas con impunidad y seguir manteniendo la opresión de un aparato de gobierno que se publicitaba como un buen régimen con una aparentemente sistematización racional de las instituciones, pero que en realidad se mostraba, para muchos, como un orden político y social diametralmente opuesto.

4. Bibliografía
· Dino Buzzati, Los siete mensajeros y otros relatos, Alianza Editorial, Buenos Aires, 2007
· Dante Alighieri, Divina Comedia, Alianza, Madrid, 1999
· Dante Alighieri, Divina Comedia, edición de Giorgio Petrocchi; traducción y notas de Luis Martínez de Merlo; con un apéndice sobre "Dante en España” de Joaquín Arce, Cátedra, Madrid, 1999
· Martin Kitchen, El período de entreguerras en Europa, Alianza Editorial, Madrid, 1992
· L. Lipparini, Vida y obras de Dante Alighieri
· C. Moeller, Sabiduría griega y paradoja cristiana, Encuentro Ediciones, Madrid, 1989
· R.A.C. Parker, El siglo XX. Europa 1918-1945, Siglo XXI, Madrid 1979


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¹ Lipparini, Vida y obras de Dante Alighieri, p.29