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15/7/09

La relación intertextual entre "El dúo de la tos" y "La mesa de madera"

1. Introducción

El dúo de la tos y La mesa de madera son, respectivamente, cuentos del ensayista, novelista y cuentista Leopoldo Alas “Clarín” y del poeta asturiano José García Nieto. Publicado en el libro Cuentos morales de 1896 el uno, y en la Antología de cuentistas españoles contemporáneos de 1984 el otro, se puede identificar en ambos una temática y una preocupación similar que permite pensar en una relación de intertextualidad: se observa un paralelismo en el planteamiento de la posición frágil del individuo en la automatización de una sociedad capitalista, la desaparición de la naturaleza ante la construcción del espacio urbano, la soledad y el despego indiferente en las relaciones humanas, y el deseo sordo de algo que, debido a las circunstancias, parece inalcanzable.


En el presente trabajo se intentará analizar dicha relación intertextual entre los cuentos desde el marco teórico ofrecido por Julia Kristeva, a partir del estudio de la estructura argumental de los relatos y sus principales núcleos temáticos. Se prestará atención, particularmente, a la descripción de la situación de alienación que se realiza en los dos textos, y a la manera en que en ambos se observa el surgimiento de un espacio ficcional, vinculado con la ilusión deseosa de los personajes, como modo de hacer frente a lo que parece insoslayable, como recurso último ante la libertad negada.
Para ello, se hará uso de ciertas ideas desarrolladas por la escritora Graciela Montes y por la antropóloga Michèle Petit para estudiar el espacio de la ficción, y se recurrirá a Marx y a críticos marxistas para analizar la manera en que se plantea la alienación en los textos.


2. La creación del espacio ficticio como movimiento liberador

La intertextualidad considera el texto como un tejido o una red, un terreno donde se cruzan y se ordenan textos que proceden de distintos discursos. En su libro Semiótica, Julia Kristeva explica este “cruce de textos” basándose en la idea del crítico ruso Mijaíl Bajtín:


[...] Todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto. En lugar de la noción de intersubjetividad se instala la de intertextualidad, porque el lenguaje poético siempre se lee doble.[1]


A partir de esta definición, podría afirmarse que entre El dúo de la tos, de Leopoldo Alas “Clarín”, y La mesa de madera, de José García Nieto, hay una relación intertextual que se encuentra definida por un paralelismo argumental y temático. Así, estructuralmente, ambos cuentos comienzan con una problematización del espacio, para dar lugar al planteamiento de la alienación de un personaje anónimo inserto en ese ámbito. La posibilidad de superar el enajenamiento se plantea, en ambos cuentos, como posible en el ámbito de la ficción como constructora del espacio de libertad y posibilitadora de la comunicación, pero finalmente, esta ficción se revela insuficiente ante las circunstancias sociales y económicas de los personajes.
Tanto en el cuento de “Clarín” como en el cuento de Nieto, entonces, la introducción hace hincapié en el espacio donde ocurren los acontecimientos: se comienza por la descripción de ese ámbito urbano, que se constituye como una cárcel en contraposición con la naturaleza perdida. En El dúo de la tos, esto se describe mediante la metáfora del hotel como representante de la indiferencia, la soledad y el anonimato del hombre inserto en un mundo donde impera una ideología positivista como contrapartida superestructural del modo de producción capitalista en el siglo XIX, un espacio en donde las relaciones son inestables, el desarraigo impera y la razón científica ha subyugado a la sensibilidad del hombre y mecanizado sus relaciones con el mundo:

El gran hotel del Águila tiende su enorme sombra sobre las aguas dormidas de la dársena. Es un inmenso caserón cuadrado, sin gracia, de cinco pisos, falansterio del azar, hospicio de viajeros, cooperación anónima de la indiferencia, negocio por acciones, dirección por contrata que cambia a menudo, veinte criados que cada ocho días ya no son los mismos, docenas y docenas de huéspedes que no se conocen, que se miran sin verse, que siempre son otros y que cada cual toma por los de la víspera.[2]

En este cuento, el espacio natural se encuentra completamente ausente, avasallado ante el avance de la urbanización. El cuento de Nieto, en cambio, comienza con la descripción intimista de la naturaleza que se pierde en tanto la protagonista viaja en tren hacia las oficinas donde trabaja.
Este espacio y las relaciones de producción que en él se suscitan conllevan la alienación de los personajes. De acuerdo al pensamiento marxista, la alienación consiste en una división de trabajo cada vez más compleja que enajena al obrero de sus facultades creadoras y lo deshumaniza y mecaniza. El obrero alienado, que no tiene control ninguno sobre el proceso de producción, se transforma así en una mera herramienta reemplazable, un engranaje, “un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje”[3].
En El dúo de la tos, esta alienación se simboliza mediante la designación de los personajes, que no tienen nombre, sino que son descriptos como “bultos” y nombrados mediante un número. En el caso de la señorita del cuarto 32 y el señor del 36, además, ambos se encuentran alienados desde el momento en que se encuentran imposibilitados de trabajar, obligados a permanecer en una posición pasiva no creadora: dado que ambos se encuentran enfermos, y la enfermedad no resulta productiva para el sistema económico, son relegados del trabajo y, por esto mismo, de la sociedad; son excluidos de las relaciones económicas y humanas.
En La mesa de madera la protagonista es un miembro productivo de la sociedad, pero se encuentra igualmente enajenada: sumergida en una rutina que la mecaniza, encerrada en una oficina ocho horas diarias, sin control sobre lo que hace ni apego por su trabajo, carece de nombre, al igual que los protagonistas del cuento de Leopoldo Alas, y vive como en una celda, solitaria e incomunicada. En su ámbito de trabajo se encuentra sujeta a las órdenes de su superior jerárquico don Blas, que la desvaloriza, la obliga a permanecer inmóvil “por tener aquel empeño de que nadie se moviera de su sitio aunque no tuviera nada que hacer”
[4], y que es el único que se encuentra individualizado mediante el nombre.
Frente esta situación donde los hombres se deshumanizan en la sociedad capitalista, los personajes descubren, en la construcción de espacios ficcionales, una manera de lograr el acercamiento con el prójimo y de obtener un espacio de libertad.
En su ensayo Scherezada o la construcción de la libertad, Graciela Montes propone pensar la ficción como el territorio de lo imaginario, una construcción “suspendida en la nada, hecha de nada y, además, para nada”
[5] que se caracteriza por ser un espacio de gratuidad (porque quien participa de la construcción de la ficción recibe el “regalo del tiempo” empleado en ella sin que se le pida nada a cambio), poderío (porque al construir una ficción se conquista otro espacio sin limitaciones establecidas a priori) y sabiduría (porque la mera participación en la creación del espacio ficcional implica un cambio en el constructor y artífice). De acuerdo a esta escritora, la creación de ficciones implica un “acto de libertad y de responsabilidad al mismo tiempo, acto profundamente humano, pleno de sentido”[6] en el cual el constructor emprende un “juego serio” mediante un “pacto ficcional”, audaz y no inofensivo.
La antropóloga Michèle Petit coincide con el planteo de Graciela Montes al afirmar, en Del espacio íntimo al espacio público, que la lectura se constituye en “la ocasión de salirse de la raya, de escapar a un tipo de vínculo social donde el grupo tenía poder sobre cada uno, y de pensar que es posible inventar una manera de decir propia”
[7]. Agrega, además, que la ficción permite la creación de un lugar “habitable” al que llama “espacio de lo íntimo”, que constituye la clave de la libertad en tanto permite la elaboración activa de la subjetividad, la interioridad y el imaginario con la construcción de un “espacio propio que no depende de otros”[8].
Estos planteos pueden leerse en los cuentos de Leopoldo Alas y José García Nieto: en ambos los personajes recurren a la ficción como último reducto de la libertad negada en la cárcel
[9] a la que pertenecen por el condicionamiento social, mediante la creación de ilusiones que no necesariamente se expresan con el código lingüístico. Así, en El dúo de la tos, los protagonistas logran superar momentáneamente la alienación y la incomunicación mediante un diálogo efectuado por sus toses con el que construyen, en un terreno que vacila entre lo onírico y lo “real”, un futuro alternativo, esperanzas, el inicio de una posible relación amorosa en la que ambos comulgan a distancia, superando así la soledad. Ambos se vuelven artífices de un espacio gratuito que no les exige nada a cambio más que hacer uso voluntario del poder de crear y jugar seriamente. Y en ese diálogo que crean, y que es lectura recíproca de un texto no escrito, pero sí efectuado con las toses que constituyen el código, ambos personajes construyen un espacio habitable, íntimo, alternativo frente a la sociedad enajenante, y se edifican a sí mismos, tal como señala Michèle Petit: la tos de la mujer del cuarto 32 cuenta al señor del cuarto 36 su historia y escucha la de él; las voces dan cuenta de los rasgos psíquicos característicos de cada personaje, y de sus deseos.
Algo similar ocurre en La mesa de madera: mediante los grabados realizados en la mesa de trabajo, la oficinista se libera y da rienda suelta, audaz y furtivamente, a sus deseos de comunicarse en esa atmósfera limitada y automatizante de la oficina administrativa en la que se atarea. Inicia entonces un diálogo con el compañero que trabaja en el contraturno, y ambos crean un espacio alternativo, ilusorio, imposible por lo fantástico pero real en tanto ellos le dan sentido y existencia. La protagonista se construye a sí misma a través de ese espacio ficcional, supera con él su existencia anodina y establece una suerte de romance que da sentido a sus días:

Tu conversador –aquello se había convertido en un auténtico código de señales- contestó con una serie de pececillos que rodeaban al barco. Y aquello siguió. Y tú ya ibas muy nerviosa todos los días en el autobús pensando en el nuevo dibujo que con toda seguridad te encontrarías, y luego te pasabas un buen tiempo de la jornada confeccionando tu mensaje y tratando de descifrar el del contrario. [...] Tus horas estaban pendientes de los trazos, de los dibujos, de algunas olas reforzadas suavemente, de una isla que apareció un día entre el espacio de dos olas.[10]

Así, en los argumentos de los dos cuentos, la construcción de la ficción se presenta como el movimiento liberador posible ante las cadenas sociales, la manera de poner en jaque lo establecido mediante el forzamiento sutil de los límites y el cuestionamiento de las imposibilidades. Sin embargo, en ambos textos esto se revela, al final, como insuficiente, cuando los personajes de las parejas rompen el pacto ficcional y se dejan vencer por las circunstancias.
En El dúo de la tos, la llegada del día y las convenciones sociales deshace el entretejimiento de ilusiones que compartieran por la noche los ocupantes de los cuartos 32 y 36. El hombre olvida el sueño construido de a dos, y se marcha para morir a los pocos días, en otra posada similar pero igualmente solo. La mujer, en cambio, recuerda el sueño compartido, y sigue fiel al mismo, pero se revela incapaz de actuar para cumplirlo. La ficción se presenta, así, como creadora de un espacio de libertad, pero insuficiente si se la considera como mera ilusión y se la subordina a la coyuntura social, las convenciones y el “buen sentido”. El cuento termina con la muerte de la ocupante del cuarto 32, que llega a su última hora acompañada por las Hermanas de la Caridad y que, especula el narrador, quizás recuerda y echa de menos el “dúo de la tos”, sus sueños desencantados, en la “hora solemne”.
En La mesa de madera, el final del diálogo ocurre obligadamente por circunstancias ajenas a la protagonista: la modernización, el “progreso” de la oficina administrativa, con el reemplazo de las viejas mesas de madera por otras de metal y vidrio, elimina el medio de comunicación entre la joven y su compañero. Y al igual que en El dúo de la tos, la figura masculina es la que primero desaparece: él es trasladado, ascendido, y olvida el antiguo diálogo, mientras que la protagonista permanece, insegura y desencantada respecto del futuro, y lo recuerda como a algo que se presenta como irrecuperable. El final de La mesa de madera constituye el súmmum del mecanismo alienante en la sociedad capitalista: no sólo los hombres son reemplazables, sino también los elementos, y este reemplazo implica la pérdida de la naturaleza (simbolizada por la madera de la mesa) y del forjamiento de las ilusiones que ésta suscitaba.


3. Conclusión

A lo largo del trabajo se intentó establecer la intertextualidad entre El dúo de la tos y La mesa de madera a partir del estudio del paralelismo argumental de los relatos. Se observó que, temáticamente, ambos se estructuran alrededor del espacio ficcional que construyen los personajes para enfrentar la organización económica y social alienante a la que están sujetos y en la cual quedan despojados hasta el punto de perder el nombre.
Así, a partir de una pareja de individuos dispuesta a soñar, en los cuentos surge la ficción como espacio de comunicación, a partir de un código alternativo, no lingüístico. Este recurrir a un código conformado por toses o dibujos es el primer indicio de una rebelión sorda, y a partir de él se genera, mediante la ilusión, la proyección de esperanzas, la creación de sentidos, la superación de la soledad que se planteaba como intrínseca: se consigue huir de la cárcel que parecía ineludible mediante la función liberadora que Graciela Montes y Michèle Petit identifican en la ficción.
Sin embargo, la ficción se revela finalmente como insuficiente para ambas parejas en lo que respecta a la proyección de la libertad en el ámbito de la realidad: el espacio de creación se rompe en una conclusión desesperanzadora, y la posibilidad de rebelión se anula, en tanto alguna de los dos integrantes, debido al peso de las convenciones sociales o el avance aparentemente irrefrenable de la modernización aplastante, rompe el pacto ficcional, pierde la fe y deja de comprometerse.


4. Bibliografía

- Alas “Clarín”, Leopoldo, El dúo de la tos, http://es.wikisource.org/wiki/El_dúo_de_la_tos [Consulta: 13 de julio de 2009]
- Giglio, Susana; Olivato, Lores, Cuentos españoles contemporáneos, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1999
- José García Nieto [en línea], 2009, http://www.garcianieto.com/ [Consulta:13 de julio de 2009]
- Kristeva, Julia, Semiótica 1, Madrid, Editorial Fundamentos, 1978
- Marx, Karl; Engels, Frederik, Manifiesto Comunista, Argentina, Ediciones Rueda, 2004.
- Montes, Graciela, La frontera indómita, México, Fondo de Cultura Económica, 1999
- Petit, Michèle, Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, México, Fondo de Cultura Económica, 2001
- Petit, Michèle, Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, México, Fondo de Cultura Económica, 1999
- Zeitlin, Irving M., Ideología y teoría sociológica, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976


[1] Kristeva, Julia, Semiótica 1, Madrid, Editorial Fundamentos, 1978, p.190
[2] Alas, Leopoldo, El dúo de la tos, http://es.wikisource.org/wiki/El_dúo_de_la_tos [Consulta: 13 de julio de 2009]
[3]
Marx, Karl, Manifiesto comunista, Ediciones Rueda, Argentina, 2004, p.62

[4]
García Nieto, José, “La mesa de madera”, Giglio, Susana; Olivato, Lores, Cuentos españoles contemporáneos, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1999, p.35
[5] Montes, Graciela, “Scherezada o la construcción de la libertad”, La frontera indómita, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 16
[6]
Íbid., p. 25
[7] Petit, Michèle, Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 107
[8] Íbid., p. 111
[9]
NB. El empleo del término cárcel no es casual: el personaje del cuarto 36 se refiere al hotel como “sepultura”, “cárcel horrible” y “nicho”, y la protagonista femenina de La mesa de madera llega a la conclusión de que está inserta en una “cárcel metálica llena de pequeñas celdillas” al finalizar el relato.

[10]
García Nieto, José, “La mesa de madera”, Giglio, Susana; Olivato, Lores, Cuentos españoles contemporáneos, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1999, p. 36-7