Para que las generaciones futuras no tengan que pasarse horas interrogando un texto, y así sean más estúpidas (o tengan más tiempo para dormir)

26/5/09

Lo fantástico en “Lejana” de Cortázar

Nota: Si sirve para excusarme, hago saber que lo paupérrimo y lineal de los últimos trabajos responde a la consigna dictada en clases: 2 hojas máximo con intelineado 1,5 de análisis de un texto desde un enfoque único. No puedo hacer grandes cosas con tan poco espacio; si subo los trabajos es, básicamente, porque de todos modos pueden llegar a servir a alguien.


LO FANTÁSTICO EN “LEJANA” DE CORTÁZAR

En Lejana, al igual que en el Axolotl y La noche boca arriba, lo fantástico se insinúa vinculado a los temas del yo” planteados por Todorov, y responde a la definición trazada por el teórico francés.
En un mundo considerado como real, el lector vacila a causa de un hecho extraño contado en el diario de Alina Reyes, hecho que, en principio, no recibe ni una explicación sobrenatural ni una natural, y a la que no puede dar una interpretación alegórica o poética.


El acontecimiento sobrenatural que irrumpe en la legalidad cotidiana responde a la pluralidad de yoes o personalidades que se perfilan en relación agónica en las anotaciones correspondientes al 12 y el 20 de enero, y a la imposibilidad de atribuir una personalidad estable a la narradora: el lector sabe, debido a que el diario está atribuido a Alina Reyes, que debe ser ella quien escribe, pero no hay en las palabras de la escritora una identificación con su nombre:

No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio.

En la entrada del 20 de enero la situación se perfila con mayor claridad para el lector, pero la vacilación se mantiene: de acuerdo a la autora del diario, existe una “lejana”, un doble al que desconoce pero del que siente la existencia, de status quo disímil (el que sea mendiga, prostituta o sirvienta contrasta con la situación social acomodada de Alina Reyes) y amenazante. La protagonista vacila entre incluir o excluir a este doble cuando enuncia su “yo”, entre aceptar o negar a lo otro en su yo, lo cual se expresa a partir de la confusión en el uso de la primera y la tercera persona de enunciación (“soy yo y le pegan” “a , a la lejana, no la quieren”) o a partir de la extrañeza del sujeto de enunciación respecto de su propio cuerpo (“me veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien”), pero no duda en aceptar la existencia de esa otredad amenazadora[1]; el lector, en cambio, vacila porque no sabe si dar al hecho una explicación natural y creer que lo narrado por Alina Reyes es producto de un delirio, o si aceptar lo narrado como real a pesar de su carácter sobrenatural.
Esta hecho extraño que fue mencionado, la pluralidad de las personalidades y la disolución de los límites entre el yo y lo no-yo, puede relacionarse, desde Todorov y Jackson, con los “temas del yo”, cuyo principio, de acuerdo al teórico francés, es el cuestionamiento de los límites entre materia y espíritu, que da lugar, entre otros temas, a la multiplicación de la personalidad que fue mencionada, y además, a la ruptura del límite entre sujeto y objeto y a la transformación del tiempo y el espacio. Estos últimos dos temas se irán perfilando a lo largo del relato: por ejemplo, el tiempo unidireccional se transforma y problematiza para la propia autora del diario:

Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé a mismo tiempo. ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo mejor me pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula.» Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo parejo.

Esta sospecha se retomará al final, cuando en una narración llevada a cabo por un narrador omnisciente, se efectúe además la ruptura del límite entre sujeto y objeto: cuando la mujer que escribía en el diario de Alina Reyes se enfrenta a su doble, la mendiga de Budapest, ambas saben, efectivamente, lo mismo, y se abrazan en lo que para la mujer del diario (Alina) era un intento de fundición. Entonces los límites entre materia y espíritu se rompen y las dos son una (“cerré los ojos en la fusión total”). Al separarse, tras un breve intervalo de vaguedad permitido por la ambigüedad del pronombre de tercera persona “ella”, se efectúa la ruptura del límite entre sujeto y objeto: la mujer que escribía en el diario pasa a ser la mendiga, y la mendiga pasa a ocupar el cuerpo de Alina Reyes, en una trasmigración que pone fin a las dudas de quien escribiera en el diario (“En el puente la hallaré y nos miraremos. [...]Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo [la reina], se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.”): la Alina de quien el lector conoció el diario se revela como una “usurpadora”, como la “adherencia maligna” de la que hablaba, y la otra, la “lejana”, se revela como la “verdadera reina”. Las dudas sobre la temporalidad también encuentran su fin: todo lo visto con anterioridad se revela como ahora ciertamente como presente. Y con este final contado por un narrador omnisciente podría afirmarse que se que clausura, también, la vacilación en el lector: éste, sujeto a la voz de un narrador que lo conoce todo, ya no duda sobre una posible demencia de Alina Reyes, y acepta, finalmente, la existencia de una lejana como alguien real, como un “acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mundo natural que [...] es parte integrante de la realidad”. De esta manera, la narración se encausa hacia el género de lo fantástico-maravilloso con la aceptación final de lo sobrenatural, que permanece inexplicado, pero existente.

[1] En la entrada del 7 de febrero, las frases "A curarse." e "Ir allá y convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin hombre." podrían dar a entender que la narradora pasa a considerarse a sí misma como enferma, pero la afirmación posterior "En el puente la hallaré y nos miraremos" no deja lugar a dudas: quien escribe el diario acepta la existencia de otro; la curación significa la resolución del conflicto que implica la disolución del límite entre el yo y el otro y la irrupción de lo desestabilizante en la vida cotidiana.
[2] Todorov, Introducción a la literatura fantástica, p. 65