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La escena final de
escritura del libro que cuenta su propia génesis se cierra también en
Afganistán, y explora precisamente las confluencias, paralelismos y
divergencias entre las políticas gubernamentales postdictatoriales en Argentina
y el “punto final” afgano dictado por la política estadounidense, entre el
dolor de los familiares de detenidos y desaparecidos en el Cono Sur y el de los
familiares del montañoso país asiático, entre la práctica periodística del
autor y sus colegas entre los años 1973 y 1974, y la primera agencia de prensa independiente
de Afganistán, Pajhwok Afghan News, de la que Ricardo Grassi supervisó el
desarrollo.
Entre estos dos momentos
de referencia a un pasado más cercano se despliega el acto de memoria, pero
también de relectura y creación, que sirve de contrapunto a la práctica y
reflexión sobre y en el presente. En este sentido, Descamisados. Periodismo
sin aliento presenta, por un lado, la reconstrucción de la historia y las
elecciones periodísticas, estéticas y políticas de El descamisado y las
revistas sucedáneas, que desarrollaron un periodismo militante desde la llegada
de Cámpora al poder hasta la publicación de la entrevista a Montoneros referida
a la muerte de Aramburu y el paso a clandestinidad de la organización política
y armada de la que sirvieron como órgano de prensa oficioso. De manera más
general, en la medida en que para dar inteligibilidad a esta reconstrucción aborda
la tensa relación entre la Juventud peronista y Montoneros, por un lado, y el
tercer gobierno de Juan Domingo Perón, por el otro, y busca restituir el
sentido, los anhelos y las contradicciones de la juventud peronista que perseguía
la construcción de un socialismo nacional, el libro se nos presenta, en
palabras del autor, como “la pintura de la vitalidad de una época y de mi
generación”. Este doble trabajo de testimonio, realizado cuarenta años después
de los hechos a los que hace referencia, le permite al Ricardo Grassi posicionarse
con respecto a algunos de los libros que han sido publicados sobre el tema y corregir
algunas interpretaciones (como en el caso de Perón o Muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista
de Silvia Sigal y Eliseo Verón).
Pero también, en la
medida en que el acto de memoria se realiza desde un presente de activismo y
acción político-periodística, y en que Descamisados. Periodismo sin aliento no
es sólo un acto de memoria, sino también el producto de una labor de relectura,
de crítica, y de una actividad meditada de escritura que recurre a estrategias
literarias para introducir el recuerdo, los “personajes” del recuerdo y su
importancia, Ricardo Grassi, lejos de elaborar solamente un libro sobre el
pasado —por más presente que este pasado siga estando—, propone las mencionadas
“confluencias, paralelismos y divergencias” para promover una consideración
otra del presente.
En este sentido, me
parece pertinente evocar una lectura que realiza Beatriz Sarlo en Tiempo
pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. En este libro de 2005,
concebido ante el incremento bibliográfico de escritos en primera persona sobre
las décadas de los sesenta y setenta en Argentina, la autora propone una
discusión sobre lo que denomina como “giro subjetivo” y define como “la actual
tendencia académica y del mercado de bienes simbólicos que se propone
reconstruir la textura de la vida y la verdad albergadas en las rememoración de
la experiencia, la revaloración de la primera persona como punto de vista, la
reivindicación de una dimensión subjetiva, que hoy se expande sobre los
estudios del pasado y los estudios culturales del presente”. Sarlo se pregunta
sobre el valor del testimonio, que anularía la distancia, para el relato de la
Historia, y problematiza específicamente la confianza en la capacidad de la
primera persona del testimonio y la experiencia personal para narrar una época,
y la idea de que sería posible entender el pasado desde su lógica y de que
habría una transparencia de la experiencia. En cierta forma, el libro de Sarlo
inquiere sobre la forma de abordaje del pasado que se busca construir, y sobre
los criterios metodológicos que se aplican a esta construcción.
Creo que, aunque no responda
a una intención del autor, podríamos leer en el libro de Grassi un posible escape
de esta forma de ceguera respecto de la primera persona que discute Sarlo, no
tanto por la imposición de una distancia respecto de la experiencia —que
existe, sin embargo, en la crítica del pasado y que el libro tematiza—, sino
porque, en consonancia con el proyecto mismo de las publicaciones de los años
1973-1974, lejos está el libro de ser un testimonio que se pretenda neutral o
se defienda en un subjetivismo voluntarista. Al contrario, el testimonio-relectura-trabajo
de escritura de Grassi nos presenta una memoria explícitamente militante (y,
dicho esto, podríamos preguntarnos: ¿puede la memoria no ser militante?).
Memoria militante en doble sentido: porque lo es de un pasado y de una práctica
periodística popular y militante, consistente en la elección de un lenguaje
coloquial y combativo, de una forma estética que el autor califica de novedosa
(una particular relación entre imagen y texto) y en la cesión de la palabra a
los silenciados, y porque busca actuar sobre la reflexión del presente. Pero
también, en tanto es asimismo testimonio de una relectura, y es producto de una
actividad meditada de escritura, el testimonio-relectura-trabajo de escritura
de Grassi presenta una reflexión sobre el trabajo de escribir una memoria, sus
límites y aquello que pone en juego.
Recorrer y narrar en
el presente la crónica vital y exacerbada que construyó el Desca hace que esta
sea también una obra de ficción. El desafío consiste en no traicionar la
ficción con los conocimientos adquiridos posteriormente. He de confesar de
antemano que es muy probable que haya fracasado en este intento.[1]
Las preguntas
1) En el libro usted
propone en varias ocasiones una reflexión sobre el valor periodístico de El
descamisado, el que, dice, creó un nuevo estilo en el periodismo argentino
que abandonaba una neutralidad engañosa; se refiere al “discernimiento
periodístico” (por ejemplo, cuando narra su segunda entrevista a Perón y
critica el no haber hecho las preguntas correctas); y dice de La causa
peronista que era “un manual de instrucciones semanal en un
formato periodístico atrayente”.
A) ¿A qué denomina
periodismo o criterio periodístico exactamente?
B) Usted dice que “los
enemigos se apuraron a plagiar el estilo de El descamisado”. ¿A qué
se refiere?
Grassi no respondió a esta pregunta, pero unos colegas me permitieron aprender que la revista Punto de vista podría haberse inspirado de la estética de El descamisado (y que El ojo mocho, que se opone editorialmente a la revista de Sarlo, Altamirano, Piglia y Semán publicada entre 1978 y 2008, hizo de su título una pugilística referencia de esta confrontación de pareceres), todas estas cosas que no me voy a preocupar de verificar.
C) Recientemente, en
ocasión del conflicto entre Clarin y el gobierno de Cristina Kirchner, se habló
de “periodismo de guerra”. ¿Calificaría usted de “periodismo” a este tipo de
labor?
D) Usted trabajó en la
organización de Pajhwok Afghan News, y en su libro propone una vinculación
entre esta labor y su trabajo en los años 1973-1974. ¿Podría extenderse en esta
comparación? ¿El periodismo de Pajhwok Afghan News es similar al de El
descamisado?
Ricardo Grassi contestó a
esta pregunta con un rotundo "no".
2) Podría extenderse en
cómo entiende la relación entre periodismo, ficción, y testimonio?
Ricardo Grassi propuso
que él plantea en su libro una relación entre periodismo, memoria y testimonio,
pero no aceptó que se mencionara la idea de que podría haber una relación entre
periodismo y ficción.
3) ¿Qué buscaba decir al
proponerse como objetivo de escritura “no traicionar la ficción”?
En este caso, la pregunta provenía del hecho que la traducción en francés —en la cita que evoco— me condujo a considerar que el autor hacía una relación entre memoria y ficción —en tanto la memoria puede funcionar como relato. Yo entendí que el autor planteaba que su libro, su testimonio, le debía también algo a la ficción o, mejor dicho, a la literatura, si no en lo que hacía referencia, al menos en un aspecto formal. Ricardo Grassi señaló que con su libro había buscado reconstruir su experiencia pasada sin “traicionarla” con sus conocimientos actuales. Es decir que, por volver a Sarlo, hay en su labor cierta confianza en la capacidad de la primera persona de reconstituir la experiencia pasada. Pero en su libro, por lo que dice la cita, se ve también ese saber que esta reconstrucción prística constituye una labor imposible. En suma, la lectura de El descamisado. Periodismo sin aliento me parece valiosa para quien se interese en la época o quien estudie la memoria, no tanto por lo que refiere (que es, de todos modos, interesantísimo), sino por los problemas que plantea o puede plantear.
[1] No tengo
la versión en español del libro, sino la traducción francesa, así que me tomé
la libertad de inventar una posible versión en español. Al eventual lector queda
la tarea de verificar la exactitud de la retraducción en